Ciudadanos: la esperanza mejor frustrada de la política española

Inés Arrimadas y Albert Rivera.
Inés Arrimadas y Albert Rivera.

La flagrante carencia ideológica y el posibilismo son las rémoras y el peso muerto de los que no se pudo deshacer Rivera y de los que no puede librarse  Arrimadas.

Siempre hay alguien que, entre la nostalgia y la desilusión, dice  aquello de “yo voté a Ciudadanos” y esa desilusión y esa nostalgia son lo peor que le puede ocurrir a un partido político.

Una formación que llegó con demasiadas ambiciones, y que se vio sorprendida por la victoria en Cataluña, está siendo una de las más llamativas frustraciones que se han vivido en los últimos tiempos en la política española. Ciudadanos va de mal en peor y su incidencia en la vida nacional ha sido más bien escasa, por mucho que quieran vender sus logros en el forcejeo con los socialistas.

Que no se engañen los dirigentes -los que van quedando-  porque lo único que han conseguido, lo único tangible que pueden exhibir, son los gobiernos de coalición en Madrid y en Andalucía

En un declive que parece incapaz de frenar el cambio de líder y con una sangría humana como se ha visto pocas veces, son muy significativos los desplantes de Aguado en Madrid, significativos porque demuestran la falta de rumbo de un partido que simultáneamente puede estar con unos y con otros. Y esa es la gran equivocación de Ciudadanos.

Un partido de centro, un partido bisagra, no tiene nada que ver con un partido que pueda pactar a derechas e izquierdas sin poner a contribución una carga ideológica y debe de ser el centro capaz de entenderse con unos y con otros. Apoyar a gobiernos en minoría, pasa necesariamente por una inequívoca definición ideológica que es, precisamente, la que debe informar su contribución y desde esa clara ideología, es desde dónde se incide en la gobernación, pero no adaptándose a la derecha o a la izquierda, sino siendo capaz de influir en la derecha o en la izquierda con sus propias ideas.

Un partido bisagra no claudica para entrar en un gobierno, sino que impone parte de sus ideas a la formación minoritaria que necesita de sus escaños para gobernar. Esa carencia ideológica y el posibilismo son las rémoras y el peso muerto de los que no se pudo deshacer Rivera y de los que no puede librarse  Arrimadas.

Una indefinición que ha alcanzado su cenit en las votaciones para el estado de alarma. Se sabe el por qué antiespañol de las votaciones de la Esquerra; se conocen desde hace mucho tiempo las razones del PNV –consistentes en platos y en tajadas- que le llevaron, en horas veinticuatro, a votar los presupuestos de Rajoy y la moción de censura contra Rajoy; son inequívocos los intereses proetarras, pero es imposible justificar el sentido de los votos de Ciudadanos.

Lo que posiblemente ocurra en Madrid, se viene oliendo desde antes de la Navidad de 2019 y se concretó cuando Gabilondo no entraba en los consejos de ministros de Sánchez, pero los vaivenes de Aguado se caen por su propio peso y demuestran un acné mental preocupante.

 

Si algunos de sus nombres más destacados, Villacís, Aguado o Marín van tan por libre como parece, también queda en entredicho el liderazgo de Arrimadas, con lo que el panorama del partido, encuestas incluidas, se ve cada vez más oscuro.

Las biografías políticas de Alcalá Zamora, Miguel Maura y hasta de Alejandro Lerroux, deberían ser de lectura obligada para los líderes de Ciudadanos

Tontos útiles que ni siquiera van a ir de viaje.

Post scriptum. Preguntar no es ofender: ¿Por qué Batet cada vez que da la palabra a los portavoces, no explicita el número de escaños y de votos conseguidos por cada formación? A lo mejor se bajarían muchos humos y se desvanecerían algunas chulerías.

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