Los desequilibrios de Montesquieu

No es que Montesquieu haya muerto, como dijo en sus mejores tiempos Alfonso Guerra, es que en España está desequilibrado. En su teoría política el filósofo francés no hablaba tanto de separación de poderes sino más bien de equilibrios entre los tres poderes. Pretendía que el ideal era que el ejecutivo, el legislativo y el judicial hicieran de contrapeso entre ellos de tal manera que, con independencia, cada uno ejerciera sus propias funciones.

Es evidente que en España ese equilibrio no se da por cuanto el líder de un partido que consiga la mayoría absoluta tiene en sus manos el legislativo y el judicial.

Así las cosas, las encuestas nos siguen revelando la desafección de los españoles hacia la llamada clase política. En esa desafección pueden incluirse los tres poderes que cada vez pierden más prestigio entre los ciudadanos.

A la vista está la situación del ejecutivo, con constantes desmentidos, con equívocos entre los ministros, por muy soterrados que sean, y con discordancias con el partido que lo sustenta.

De los parlamentos -tanto el nacional como los autonómicos- poco bueno se puede decir si tenemos en cuenta los puñetazos de Beiras o el amago de striptease del diputado Baldoví.

Por más que Rajoy nos quiera contar que él es un diputado más, o que Rubalcaba proponga quemar los billetes de 500 euros y hasta que la delegada del Gobierno en Madrid nos asegure la absoluta seguridad de las carreras que se celebran en el ámbito ciudadano, los españoles cada vez tragan menos con eso del equilibrio y de la independencia de los poderes.

Y tercia el máximo juez de los jueces para explicar que los acosos no son acosos, que los insultos no son insultos y que los delitos no son delitos y que todo tiene sus matices. Tampoco hacían falta esos matices a la vista de las últimas sentencias, no más equilibradas que otras de las cosas que suceden, o que las declaraciones de Cándido Méndez exaltando el uso de la VISA oro o de la deslumbrante gestión empresarial de uno de los 'pujoles' capaz, se dice, de ganar casi 13 millones de euros en un día y con un solo empleado.

Desequilibrios evidentes entre nuestros poderes, que se reflejan en las llamadas desafecciones.

Lo que quedaría por averiguar es en qué parte de la anatomía de nuestros hombres y mujeres públicos, residen esos desequilibrios. Que vaya usted a saber.

 
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