El discurso del Rey

Hace un año que el Príncipe de Asturias fue proclamado Rey. Un año en el que discurrir de Felipe VI, ha sido un camino de aciertos, de buen hacer y de una continua lección de sentido común y de saber estar y, todo ello, en una situación nada fácil.

Fueron muchos los que opinaron que –una vez decidida la abdicación- Don Juan Carlos debería haber esperado a que los ‘contenciosos’ de la monarquía estuvieran solventados o, al menos en camino de solución, para entregar la Corona a su hijo lo más limpia y desembarazada posible.

Desde el galopante desprestigio de la Institución, en la propia persona del Rey Juan Carlos I, hasta la indiferencia, más bien animadversión, de las llamadas fuerzas políticas emergentes y de los jóvenes, pasando por la situación de la Infanta Cristina, la Corona que recibió Felipe VI, atravesaba sus peores momentos desde que Don Juan Carlos accedió al trono.

Desde el primer momento, ya en su discurso tras la jura ante las Cortes Generales, el Monarca dejó meridianamente claro cuál iba a ser su trayectoria como Jefe del Estado y lo cierto es que, en su primer año, no se ha desviado lo más mínimo de la línea trazada.

Si hubiera que señalar hitos concretos en el discurrir del Rey hay una serie de ellos que muestran palmariamente los aciertos de Felipe VI.

Es evidente que el Rey ha marcado distancias con su padre. Era necesario y lo ha hecho –es de justicia decir que con la colaboración de Don Juan Carlos- de puntillas y sin un solo movimiento en falso que pudiera dar a entender la más mínima fisura entre padre e hijo. Una nueva relación a la que, al menos, públicamente se ha llegado sin ningún ruido.

Don Felipe ha mantenido una impecable relación con la Constitución y las funciones que marca a la Monarquía. No era fácil habida cuenta de la inestable situación política, antes y después de las elecciones, pero el Rey ha conseguido ejercer sin el menor roce con la vida política en sus comparecencias públicas y en sus discursos, algunos en situaciones y lugares no demasiado cómodos.

La austeridad y la transparencia de la vida del Rey, la Reina, la Princesa de Asturias y la Infanta, ha quedado patente para todos los españoles y se escenificó, de forma ejemplar, en la primera comunión de su hija.

Una de las circunstancias más comprometidas, que tenía que afrontar Felipe VI era, sin duda, la derivada de la situación judicial de su hermana. Tanto en lo público como en lo privado es de suponer que la toma de decisiones que han trascendido a la opinión pública, tiene que haberle supuesto un difícil dilema entre sus sentimientos y lo que ha considerado su deber y el bien de la Institución pero su postura no ha dejado lugar a dudas.

 

El viaje de los Reyes a Francia, anécdotas aparte, además de un espaldarazo internacional a España, supuso un éxito sin demasiados precedentes, y ahí es necesario señalar el magnífico trabajo del entorno de Don Felipe.

Por último -y con una cierta visión de futuro- hay que explicitar que la Corona y concretamente el Rey, suponen para nuestro país, en unos momentos de una inestabilidad política que no se había dado en toda la historia democrática, una garantía más que cierta.

El poder moderador de la Corona, su estabilidad y equilibrio, son, ahora y aquí, la mejor garantía para una democracia que, además de sufrir una grave situación económica, atraviesa un difícil periodo por lo que a la política de cada día se refiere.

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