Europa de nuevo en evidencia

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al ministro de Sanidad, Salvador Illa, al inicio de la reunión del Comité de Evaluación y Seguimiento del Coronavirus
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al ministro de Sanidad, Salvador Illa, al inicio de la reunión del Comité de Evaluación y Seguimiento del Coronavirus

Siempre que surge cualquier contingencia, una discrepancia o alarma general, Europa, la Europa comunitaria, la Europa de Bruselas, desaparece como por ensalmo y se evidencia la ineficacia endémica de una unión ficticia y solo factible para ciertos intereses.

Si por quedar en evidencia se entiende que cada país, en el ejercicio legítimo de su soberanía, en momentos de crisis, tire por la calle de enmedio y adopte las medidas que le parezcan más oportunas en defensa de sus intereses y de los de sus ciudadanos, Europa, con la pandemia del coronavirus ha vuelto a quedar en evidencia.

Siempre que surge cualquier contingencia, una discrepancia o alarma general, Europa, la Europa comunitaria, la Europa de Bruselas, desaparece como por ensalmo y se evidencia la ineficacia endémica de una unión ficticia y solo factible para ciertos intereses.

Ni en emergencias sanitarias, ni en negociaciones económicas y fiscales, ni en contingentes de producción agrícola, ni en coordinación jurídica en relación a los delincuentes que circulan libremente de un país a otro, ni en información, ni en ayudas mutuas en caso de necesidad… Europa responde, no ya a las expectativas de los más optimistas respecto a la Unión, Europa tampoco responde ni, tan siquiera, en lo que respecta al cumplimiento de las legislaciones que tan pomposamente nacen en su parlamento y de sus parlamentarios.

Por supuesto que Trump ignora a Europa siempre que no se pliegue a los intereses de los Estados Unidos. Y lo acaba de demostrar con la decisión, lógica por otra parte, de cerrar su país a los vuelos procedentes del espacio Shengen en el que, naturalmente, no se encuentra el Reino Unido. Nadie dice nada pero mucho es de temer que los dirigentes europeos, incluidos los prebostes de Bruselas, se hayan enterado de la decisión del presidente de los Estados Unidos al mismo tiempo que de la suspensión de los partidos de la NBA y por los informativos.

Se suceden comités, reuniones, instituciones más o menos serias y más o menos organizadas y más o menos eficaces. Ahora se sustancian en videoconferencias, pero el resultado es el mismo.

Ni siquiera la UEFA es capaz de una decisión conjunta y hasta en materia deportiva cada país intenta llevarse su gato a su agua.

No hace muchos días el espectáculo de las negociaciones de madrugada, para acabar pariendo un ratón. Fue todo un síntoma de lo que podría ocurrir con el coronavirus, en el que cada país está tomando unilateralmente sus propias decisiones.

Hay demasiados nacionales, de otros países por ejemplo en Italia, con dificultades de todo tipo y con problemas para volver a su casa.

 

Cada gobierno actúa, habla y dice de manera individual. Merkel afirma que se contaminarán el 70% de los alemanes y el responsable de la materia en España se asombra de esas declaraciones que no se explica en un contexto de una mínima prudencia informativa.

Y así, un día tras otro, un año tras otro y en un asunto tras otro por grave o menos grave que sea.

Pero en esto de la Europa comunitaria siempre hay algo positivo: la coordinación en las medidas contra el coronavirus ha conseguido que Macron no haya estampado un par de besos en las mejillas de Felipe VI.

Cosa que siempre es de agradecer.

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