Gobierno: dos voces y demasiados silencios

Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, en el Consejo de Ministros del estado de alarma.
Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, en el Consejo de Ministros del estado de alarma.

Otra de las mentiras de Sánchez y de Iglesias cuando cometieron la coalición -por la que abrazados, el uno al otro, se mantienen en La Moncloa- fue afirmar con rotundidad que el Gobierno progresista y variopinto, cortomental y de cóctel bananero que habían perpetrado, iba a tener una sola voz.

Había una vez un político comunista, hablador él, del que se afirmaba que no se conocía un solo discurso suyo que no hubiera producido desgracias personales.

Y es que los político habladores siempre son un peligro y si esos políticos forman parte de un gobierno de coalición, las discrepancias, entre lo que dicen una y otra parte del contubernio, alcanzan su grado máximo.

Otra de las mentiras de Sánchez e Iglesias cuando cometieron la coalición- por la que abrazados, el uno al otro, se mantienen en La Moncloa- fue afirmar con rotundidad que el Gobierno progresista y variopinto, cortomental y de cóctel bananero que habían perpetrado, iba a tener una sola voz.

Como de costumbre no es verdad. El Gobierno de Sánchez e Iglesias tiene como mínimo sus dos voces, las de algunos ministros y las de sus respectivos portavoces parlamentarios, sin contar las de sus secuaces, manipuladores y filtradores, que ahora firman nóminas como asesores.

Las voces distintas de los individuos e individuas apuntados, no extrañaron a nadie, por cuanto el que más y el que menos, desde el primer momento, se maliciaba el guirigay, la diversidad de ascuas y la proliferación de sardinas.

Pero ocurre que la pandilla tiene, además de voces, silencios y silencios ominosos.

Son los silencios de aquellos ministros que con su nombramiento consiguieron  aliviar las sensaciones de miedo que despertaba la presencia en la coalición de ministros comunistas. Eran quienes iban a moderar ideas liberticidas, planteamientos estalinistas y apetencias totalitarias.  Eran los encargados de lavar caras con churretes marxistas y de ablandar durezas en rostros pétreos, en Europa y ante empresarios, inversores y sectores financieros.

Pero inmediatamente después de la toma de posesión, los silencios y las tragaderas de carteras ministeriales y de nombres, más o menos esperanzadores, que estaban llamados a servir de lenitivo ante lo que podía suponer para España un gobierno socialcomunista, se hicieron clamorosos y demasiado significativos

 

Lo más que esas fallidas esperanzas han proporcionado, han sido  conjeturas e hipótesis de supuestas trifulcas y discusiones agrias, pero siempre con la sordina propia de los patios de vecindad cuyos moradores aún conservan un mínimo de pudor. Y como la pandilla prometió que esas discusiones serían secretas -y ya se sabe el aprecio de los pandilleros por las promesas- las filtraciones son más bien escasas y siempre interesadas.

En cualquier caso los silencios de los ministros silenciosos, mantienen boquiabiertos a quienes pensaron que iban a servir de contrapeso y para quienes, aún los hay, siguen creyendo en lo que dicen Iglesias y Sánchez.

Post scriptum. Preguntar no es ofender: Además de los ejemplares de El Capital que, presuntamente, habría repartido Iglesias ¿circulan por La Moncloa ejemplares de Mein Kampf,  distribuidos por Redondo?

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