Para cuándo la huelga de espectadores

Se discute estos días el asunto de la huelga de los clubes de fútbol –algunos lo llaman cierre patronal- para hacer valer lo que ellos creen sus derechos en el asunto de los partidos televisados en abierto, al amparo de la famosa y también controvertida ‘ley Cascos’.

Haya o no haya huelga, se juegue o no se juegue la jornada correspondiente, se alargue o no se alargue la liga hasta junio, ya va siendo hora de que alguien se ocupe de los derechos de los espectadores que cada domingo o cada quince días dejan su dinero en las taquillas de los estadios.

No me refiero a los derechos de los espectadores de televisión, que podían ser objeto de otra controversia. Aludo a los supuestos derechos de los “consumidores” de fútbol que se sientan en los graderíos.

Dejados de la mano de Dios, han de sacar sus abonos allá por el mes de junio, unos abonos que no resultan baratos y que tienen la pimienta y la sal de la incógnita y –a partir de ahí- esperar pacientemente a la salida de los calendarios que luego se cumplirán sólo en parte.

Si usted va al cine, a la ópera, a los toros o al teatro, sabe cuándo y a quién va usted a ver, Salvo excepciones y casos de fuerza mayor –y siempre con derecho a la devolución del importe de su localidad- tiene el abonado, o el simple espectador, la seguridad de poder hacer sus planes porque conoce con tiempo y certeza el momento del acontecimiento.

El espectador de fútbol no. El espectador de fútbol tiene que esperar pacientemente a que las televisiones decidan qué día y a qué hora juega el equipo del que es abonado. Está imposibilitado de hacer planes familiares, de viajes, de trabajo e incluso de simple ocio.

Habrá ocasiones en las que se le hurte la actuación de los, en principio, protagonistas. Con toda tranquilidad un jugador titular no jugará un partido porque, en aras de las conveniencias de su club, ha provocado la quinta tarjeta para ser sancionado en el encuentro que más convenga a sus intereses, con lo que el abonado se quedará sin presenciar su actuación.

El desprecio por el espectador de fútbol es total y ahora, vuelve a ser el pagano de una situación de la que es simplemente víctima. Si la huelga se lleva a cabo, la cadencia habitual de ver fútbol cada quince días se habrá roto, con lo que planes o necesidades de todo tipo se verán truncados.

Parece una protesta nimia pero tiene más importancia de la que parece desde el punto de vista de la vida habitual de quien es aficionado al fútbol.

 

Nunca se ha sabido muy bien qué pintan la Federación o la Liga de Fútbol Profesional, o el Colegio de Árbitros o el Comité de Competición ni muchos de los organismos que ‘viven’ –nunca mejor dicho- alrededor del fútbol, pero que, encima, alguno de esos estamentos vaya de víctima y de víctima que se ve obligada a hacer una huelga, se llame como se llame, raya en lo histriónico.

En el fondo subyace la dicotomía deporte-espectáculo. Hay dudas. En lo que no hay dudas es en quién paga.

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