Iglesias: del reformatorio al suplicatorio

Irene Montero, ministra de Igualdad, y Pablo Iglesias, exvicepresidente de del Gobierno, en el Congreso de los Diputados.
Irene Montero y Pablo Iglesias

Lo más relevante, por no decir lo más hilarante, del “asunto  judicial” de Iglesias no son los cargos, los presuntos delitos, la presunción de inocencia o el hipotético suplicatorio. Lo más divertido de todo son las declaraciones exculpatorias de sus conmilitones y de sus coaligados.

No es que Iglesias en sus años mozos estuviera -al menos que se sepa- internado en un reformatorio de esos de las novelas de Dickens; se trata de los afanes reformatorios de Iglesias desde la Puerta del Sol -y en todas sus campañas electorales- hasta sentarse en la poltrona.

Los caminos de los políticos y hasta sus trayectorias vitales, son inescrutables y cualquiera puede pasar de pretender -solo pretender- ser el azote de los presuntos corruptos, de los aforados y de los tal vez imputados, a ser un presunto corrupto, a estar investigado y a refugiarse en el aforamiento.

Lo que es amargo para unos y divertido para otros, es pura y simplemente la ley del embudo puesta en acto por el que ha sido el mayor “embudero” de la política española desde que apareció en escena.

Dice Iglesias que no admite ser presunto ni siquiera como hipótesis. Razonamiento filosóficamente pobre, dialécticamente escasito y políticamente vacío.

Pero como los caminos jurídicos en España también son inescrutables y no digamos nada las mayorías y sus votaciones en el Congreso, el recorrido procesal de los casos de Iglesias es más bien incierto y entre plazos, recusaciones y politización de los autos, el “largo me lo fiáis” del Don Juan de Tirso es muy apropiado para esta ocasión y desde luego el camión de mudanzas tendrá que esperar para el traslado de la poltrona. 

Con todo, lo más relevante, por no decir lo más hilarante, del “asunto judicial” de Iglesias no son los cargos, los presuntos delitos, la presunción de inocencia o el presunto suplicatorio, lo más divertido de todo son las declaraciones exculpatorias de sus conmilitones y de sus coaligados.

Dando por sabidas las mentiras y las vaciedades de Sánchez al responder a preguntas sobre el asunto, como siempre, la palma se la lleva Calvo, que aprieta los dientes, sonríe con la boca y fulmina con los ojos mientras afirma rotunda que en el Gobierno están tranquilos porque los hechos no tienen nada que ver con la gestión de Iglesias como vicepresidente. O sea que fueron como el que dice en la “otra vida del capitán Contreras” que diría Torcuato Luca de Tena.

¿Qué pasa? ¿Qué como ha dicho mi admirado Herrera, Iglesias se dedica (hipotéticamente, por supuesto) a robar carteras en el metro y eso no tiene nada que ver con el Gobierno del que forma parte?

 

Además, eso de “la otra vida”, además de memo, es más apropiado para el 2 de noviembre, que está al llegar.

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