Aunque el independentista se vista de seda…

Se rumorea que Carlos Puigdemont estaría planeando su entrada en España, disfrazado y camuflado en un coche o en una embarcación. Como de Puigdemont, por definición, no hay que creerse nada, el rumor puede confirmarse o vaya usted a saber qué.

Y es que los independentistas –peluqueros aparte- son muy aficionados a disfrazarse. Puigdemont se disfraza de Puitgdemont; Joan Tardá de Bigote Arrocet; Ana Gabriel y Rufián no se sabe si van disfrazados o es que son así de natural; y todos van de amarillo.

Pero lo que de verdad disfrazan, camuflan o simplemente con lo que engañan, es con las ideas y en eso, son maestros Carmen Forcadell y Oriol Junqueras y da la casualidad de que los espectadores y oyentes de esos disfraces ideológicos son, mayormente, los jueces.

Pero hay que reconocer que, aunque los disfraces están bien urdidos, ya no engañan a nadie…esperemos. Porque dada la contumacia de sus votantes es de sospechar que no votan engañados sino que saben perfectamente lo que votan, a quienes votan y para qué votan. Y es aquí donde los jueces, fiscales y acusaciones particulares (separación de poderes mediante) se las tienen más tiesas con los disfraces y con los disfrazados.

Porque si basta con declarar el consabido ‘ya no lo haré más’, para irse a casa, la cola de ‘arrepentidos comunes’ que iban a tener los jueces iba a dejar pequeña a Doña Manolita en época de sorteos extraordinarios. Y si basta con tener un trabajo por ahí fuera, para irse de rositas, inmediatamente los comunes se buscarían un ‘curro’, ahora que a Rajoy los puestos de trabajo se le dan como hongos.

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Porque alega Junqueras para que le dejen salir, que tiene que cumplir su trabajo en el parlamento de Cataluña con aquellos que le votaron. Como disfraz ideológico no está mal traído, pero como argumento jurídico es escasito. ¿O no?

El disfraz es el engaño más flagrante, con la diferencia a su favor de que el disfrazado de toda la vida no engaña a nadie, porque todo el mundo sabe que va disfrazado de lo que no es, mientras que el disfraz ideológico es el engaño que pretende engañar.

Pasa como con esas espadas -ahora que Junqueras saca a pasear a Pessoa- que usaba Fernán Gómez en su genial versión de ‘La venganza de Don Mendo’: de mentirijillas.