El loro gordo

Se trata de un loro concreto y determinado, ‘el loro’. Un loro que pulula por despachos municipales, autonómicos y de la administración central. Un loro que ocupa titulares en los medios y un loro, en definitiva, que se pone ‘morao’ de chocolate.

Cuando a cualquier edil, presidente autonómico, consejero o subsecretario, le pillan con una factura en la mano y esa factura se refiere a gastos poco justificables de esos que se derivan de despachos suntuarios, coches tuneados, reposapiés, pantallas de plasma, viajes y demás bagatelas, sale con la frase hecha: es el chocolate del loro. Pero no de un loro, del loro, así en concreto y refiriéndose a eso, al loro.

Es por lo que uno deduce que el loro de marras se ‘forra’ a chocolate, un día sí y otro también. Pocos animales habrá en España tan bien alimentados y, además, con tanto esmero, porque el chocolate, no es malo de suyo y tiene muchísimas propiedades energéticas.

Pero, como en todo, el exceso no es bueno y es de sospechar que la salud del loro puede peligrar en cualquier momento de tanto atracón de chocolate.

Un día es el viaje de políticos gallegos a La Habana. Otro será el despacho de Rodríguez Ibarra -cesante él- en Extremadura. A la semana siguiente nos contarán que hay que pagar a Buenafuente una gala y días más tarde será la seguridad de alguien inseguro y que nos cuesta un ‘pastón’.

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Pero ese ‘pastón’ es el chocolate del loro. ¿Que Montilla se sube el sueldo en plena crisis?, el chocolate del loro. ¿Que el palacio de los Montpensier en Sevilla es poco para Chaves y hay que reformarlo?, el chocolate del loro. ¿Que hay que diseñar corbatas?, el chocolate del loro…

Y el loro venga de engordar y de engordar. Con este animal no cuenta lo de la dieta mediterránea porque los despachos, los coches, los viajes, el gasto en mariscadas y en móviles y, por supuesto, en corbatas, son dineros para chocolate.

Con decirles que ya hay muchos parados que quieren ser loros está todo dicho.