Más vale una vez rojo que ciento también rojo

Pablo Casado pasa ante Salvador Illa en el hemiciclo del Congreso de los Diputados.
Pablo Casado pasa ante Salvador Illa en el hemiciclo del Congreso de los Diputados.

La decisión de Casado no era tan difícil como podía pensarse. Bastaba que el voto hubiera sido consecuente con los argumentos que esgrimió en su discurso e incluso que tuviera en cuenta las hipótesis que manejaba de cuáles eran los deseos de sus votantes.

Cuando Sánchez dijo que en las actuales circunstancias abstenerse era votar no, dejaba claro que la especie de la culpabilidad del Partido Popular, en lo que pudiera pasar con la pandemia, iba a ser una constante en la propaganda del Gobierno. Es evidente que el chantaje de Sánchez va a durar todo lo que haga falta para mantener un estado de alarma en el que se encuentra, como buen totalitario, en su elemento.

La decisión de Casado no era tan difícil como podía pensarse. Bastaba que el voto hubiera sido consecuente con los argumentos que esgrimió en su discurso e incluso que tuviera en cuenta las hipótesis que manejaba de cuáles eran los deseos de sus votantes; y en la seguridad de que la avalancha de reproches de Sánchez iba a ser la misma -va a ser la misma una vez que se ha instalado en el chantaje- podría haber hecho caso omiso de las posibles consecuencias electorales de una negativa a prolongar el estado de alarma.

Ya se está filtrando que Sánchez piensa alargar la situación excepcional durante el mes de junio. Con más o menos flexibilidad y medidas que contribuyan a calmar a los ciudadanos, va a seguir instalado en el recorte de libertades y lo va a hacer con los mismos argumentos y el mismo contenido del chantaje, con lo que el voto de Casado solamente habrá servido para volver a la misma situación en quince días. 

Y otra vez “entre la espada y la pared” y  “yo o el caos” y  las apelaciones a la responsabilidad y a la necesidad de que el Partido Popular arrime el hombro para que Sánchez vuelva a salirse con la suya. Y así hasta los presupuestos.

Sánchez va a poner, con razón o sin ella, cien veces rojo a Casado.

En esa, más que probable situación, mientras Sánchez no tendrá que variar lo más mínimo sus argumentos, será Casado el que se verá obligado a dar nuevas explicaciones sobre el voto, sea el que sea.

Y además, electoralmente habrá defraudado a muchos de sus votantes actuales y a bastantes de los futuros a los que la abstención les habrá parecido una salida por la puerta falsa.

Post Scriptum. Preguntar no es ofender: ¿En la negociación entre Sánchez y Arrimadas, estuvieron sobre la mesa Madrid, Ayuso, Gabilondo o Aguado?

 
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