Mascarillas: “cogobiérnense” ustedes

Pedro Sánchez quitándose la mascarila.
Pedro Sánchez quitándose la mascarila.

Como no podía ser de otra manera (que diría el cursi de turno) toda la nefasta gestión de la pandemia culmina con una vergonzosa retirada y una ominosa dejación de responsabilidades del Gobierno, haciendo recaer la decisión de usar o no usar mascarilla, en los propios ciudadanos.

Una vez más Sánchez y sus ministros se han quitado de en medio. Como han hecho desde el comienzo de la pandemia ahora ha tocado escurrir el bulto en todo el follón de la retirada de las mascarillas.

Se publica un decreto en el BOE que es una sarta de ambigüedades y que deja la decisión de utilizar o no el adminículo bucal/respiratorio en manos de los ciudadanos y de las empresas.

 La confusión, la falta de claridad y la total ausencia de directrices entendibles y concretas, amén de una alarmante incapacidad, es el marchamo con el que llegó Sánchez de la fábrica de la moción de censura (legal pero bochornosa) y así ha continuado en los años que lleva en La Moncloa.

Desde que llegó el coronavirus y desde la negación de su previsible gravedad, hasta la vuelta a una pretendida normalidad, pasando por manifestaciones y concentraciones indeseables; la compra de material sanitario y de protección; el confinamiento declarado anticonstitucional;  los balbuceos de Simón, los dengues de Illa y las homilías de Sánchez; la memez de la cogobernanza o la existencia fantasma de los expertos, toda la gestión ha sido una sucesión de despropósitos que culmina ahora con el episodio de  las mascarillas.

Y una vez más lo que se detecta de forma incuestionable -además de las mentiras, los engaños, las falsas promesas y el único afán de permanecer en el poder a toda costa- es una alarmante carencia de actitudes para gobernar y una total inepcia para la gestión pública.

Como no podía ser de otra manera (que diría el cursi de turno) todo culmina con una vergonzosa retirada y una ominosa dejación de responsabilidades, pretendiendo hacer recaer la decisión de usar o no usar mascarilla, en los propios ciudadanos.

El caos en los primeros días es total y desde las diferentes decisiones en los grande almacenes, en supermercados, en restaurantes y en colegios además del desconcierto en los transportes públicos, lo único que escuchan los españoles son las vaciedades de una ministra de Sanidad que todo lo confía al sentido común, que afirma que “su uso dependerá del riesgo del puesto de trabajo” y que “si los servicios de riesgos laborales de las empresas entienden que hay riesgo, habrá que hacer caso” y como guinda asevera, con una sonrisa boba, que “la filosofía del Real Decreto es que las mascarillas dejen de ser obligatorias”…y en esas manos está la sanidad en España.

Todo sea por el sentido común.

 

La carcajada retroactiva. Decía Díaz (en presencia de Colau y Oltra) al presentar su plataforma/espacio: “Estoy ilusionadísima por estar aquí con mujeres a las que admiro y quiero. Vosotras sois nosotras. Sé que mi país quiere avanzar. La gente quiere algo diferente. Es el comienzo de algo maravilloso”.

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