Montero y el sentido de la utilidad

Irene Montero en la sede del Ministerio de Igualdad
Irene Montero, en la sede del Ministerio de Igualdad.

Si las andanzas de las infantas Elena y Cristina  son más que reprobables, no lo son menos los ataques que con ese motivo y con cualquier otro, se lanzan cada día contra la Monarquía como institución y como sistema para sustanciar la Jefatura del Estado que, por otra parte, está perfectamente acorde con nuestra Constitución.

Calibrar la utilidad de la Monarquía, porque las hijas del Rey se vacunen en un país extranjero y con una vacuna que ni siquiera está reconocida en Europa y enlazar el sucedido con los horizontes republicanos, no deja de ser, cuando menos, un razonamiento y una defensa del régimen republicano, escasito de neuronas.

Que Montero (la de la igualdad) se fije en la utilidad de la Monarquía es un pobre criterio a la hora de presentar a la opinión pública las ventajas de una forma de gobierno o las desventajas de otra.

La propia Montero podría basarse en otros parámetros que conoce mejor que el de la utilidad. Por ejemplo las casas en las que viven los miembros de la realeza, los coches oficiales de los que disfrutan, los escoltas que les acompañan, las personas que cuidan de sus bebés o en sus sueldos provenientes de los presupuestos públicos… Son aspectos en los que Montero tiene, seguramente, un más amplio conocimiento de causa que el que demuestra al referirse  a  la utilidad o inutilidad de la Monarquía.

Si las andanzas de las infantas Elena y Cristina  son más que reprobables, no lo son menos los ataques que con ese motivo y con cualquier otro, se lanzan cada día contra la Monarquía como institución y como sistema para sustanciar la Jefatura del Estado que, por otra parte, está perfectamente acorde con nuestra Constitución.

De lo que al parecer también sabe Montero es de demoscopia. Sabe que muchísimos españoles se preguntan por la utilidad de la Monarquía; y que hay una sensación mayoritaria en la ciudadanía  y un debate amplísimo en la sociedad y, por descontado, que el horizonte republicano “debe llegar por una cuestión de democratización”.

Razonamientos pobres para alguien que se dedica a la política y que lo único que exhibe medianamente de recibo, en defensa de los pretendidos horizontes republicanos y lo único que aporta a ese fantasmagórico debate que hay en la sociedad, son sus emociones republicanas y sus deseos de acabar con la Monarquía.

La carcajada: Dice Montero, la portavoz: “La comunicación fluida es la nota dominante en el Consejo de Ministros”.        

 
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