Ni los ceses absuelven, ni las mayorías justifican

Carmen Calvo.
Carmen Calvo.

Ni Calvo puede ser absuelta de la bellaquería que representa eso de la memoria histórica, ni Celaá puede ser eximida de su responsabilidad en la puesta en marcha de una ley que destroza todo el sistema educativo.

Eso de que se olvide la gestión del cesado y el supuesto de que el que llega te hará bueno, puede valer para ciertos ámbitos, pero es una gran memez cuando del cese de políticos se trata. Que el político cesado caiga en el olvido, segundos después de su marcha del despacho, no quiere decir que su gestión desaparezca del mapa o que el sustituto con sus posibles desmanes valide la gestión del que le ha precedido.

Cuando un gobierno y sus ministros presentan la hoja que puede exhibir el de Sánchez, los ceses de los ministros no tapan ni su gestión ni la del conjunto del Consejo de Ministros.

Dos leyes que están en plena actualidad y que fueron “perpetradas” por dos ministras cesantes, dos leyes infames, sectarias y desastrosas para el futuro de España en sus respectivos ámbitos, son una buena prueba.

Ni Calvo puede ser absuelta de la bellaquería que representa eso de la memoria histórica, ni Celáa puede ser eximida de su responsabilidad en la puesta en marcha de una ley que destroza todo el sistema educativo, por mucho que Bolaños o Alegría estén incluso por encima de las anteriores en desafueros.

Además, con Sánchez y con quienes le respaldan para seguir en La Moncloa, asistimos a una especie de impunidad parlamentaria. A priori todo lo que se legisla, lo que se aprueba por las mayorías que pululan por la Carrera de San Jerónimo, toma carta de naturaleza legal, justa y, por supuesto democrática.

Las tres características son más que discutibles. 

La legalidad está siendo cuestionada constantemente, aunque no siempre con la contundencia adecuada, por los Tribunales encargados de velar por el cumplimiento de la Constitución. 

La justicia de muchas de las leyes está más que en entredicho a la luz de cualquier análisis ético y hasta antropológico.

 

En cuanto al cariz democrático, es evidente que una supuesta mayoría que no tiene en cuenta la opinión de las minorías, es más que dudosa en su naturaleza democrática.

Por supuesto que la soberanía nacional reside en el Legislativo. Pero la pregunta que hay que hacerse es si en el actual poder Legislativo, con  el concepto de lo que es justo, de lo que es legal y de lo que es democrático, que tienen las mayorías que votan y ganan votaciones, esa supuesta soberanía nacional debe gozar de una impunidad legislativa sin freno.

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