Otros políticos, otros lugares: sana envidia

Pedro Sánchez empieza a revelar sus pactos secretos con ERC.
Congreso de los Diputados.

Las formas –con independencia del fondo- son importantes en política, tanto por el respeto que merecen los ciudadanos, como por la dignidad de las propias instituciones.

Cada vez que hay sesiones parlamentarias, ya sea en el Congreso, en el Senado e incluso en algunas comisiones, asistimos a un espectáculo de insultos, de procacidades y de dicharachos que pretenden ser ingeniosos y no son más que una muestra del bajísimo nivel intelectual, parlamentario y hasta humano de nuestros políticos, de todos los políticos.

Con independencia de cuales sean los contenidos, las ideologías y los razonamientos esgrimidos, las formas, en política, son importantes tanto por el respeto que merecen los ciudadanos, como por la dignidad de las propias instituciones.

Por eso causa envidia ver cómo se desarrolla la vida política en otros países nada alejados del nuestro, los debates parlamentarios y hasta la marcha interna de los partidos. Una vida, unos debates y unos partidos que tienen sus discusiones enconadas y agrias muchas veces, sus batallas ideológicas, sus aspiraciones electorales y electoralistas, sus trapos más o menos sucios y hasta sus odios personales y encontronazos no siempre agradables, pero que mantienen, habitualmente, unas formas dignas de ser tenidas en cuenta por estas latitudes.

Gran Bretaña, Francia y Alemania, viven y han vivido situaciones conflictivas, graves y complicadas, pero siempre guardando lo que denominaríamos unos principios básicos de educación política.

El Brexit, tan mal gestado y tan desastrosamente gestionado, ha dado lugar a una situación insostenible para la Primera Ministra que se ha visto obligada a entregar su cabeza política ante los ataques llegados de su propio partido. Pero nadie ha perdido los estribos, ni la propia Theresa May, ni quienes la han atacado de forma inmisericorde y todo se ha desarrollado, dentro de la más extrema dureza, por unos cauces más que elegantes.

En Francia, además de la crisis de los chalecos amarillos, acaban de sufrir un atentado muy grave y ni una sola voz política ha desafinado en el coro de apoyo a la gestión que, de ese atentado, está haciendo el gobierno francés, incluida la presencia del ejército en los lugares, en la forma y en la medida que los responsables consideran necesario en cada momento.

La Canciller alemana, Angela Merkel, ha renunciado a un posible nuevo mandato y sin la menor estridencia externa, su partido ha procedido en horas, a su sustitución y sin que la marcha del gobierno de la República Federal haya sufrido lo más mínimo.

Y eso produce envidia.

 

Produce envidia la votación explicita, valiente y con arrestos, de los diputados conservadores que han votado en contra de la líder de su partido, sin que haya ocurrido nada en una Gran Bretaña que atraviesa una de sus crisis más graves.

Produce envidia la presencia del ejército en las calles de las ciudades francesas, cuando se ha considerado necesario tras un atentado terrorista, sin que se haya alzado una sola voz crítica, ni siquiera mínimamente discrepante.

Produce envidia la sustitución, rápida y llena de normalidad, de la dirigente de un partido en el poder, sin que en Alemania haya habido la menor convulsión, fuera de las sedes de ese partido.

Y produce envidia porque hay que pensar la que se armaría en nuestro Congreso o en el Senado, si a los responsables de atajar situaciones terroristas o sediciosas se les ocurriera sacar el ejército a la calle.

Y produce envidia si se analiza la situación interna de un partido en el poder, con críticos agazapados que critican a su líder con medias palabras, incapaces de decir abiertamente lo que opinan.

Pero los votantes españoles cada vez están menos resignados a ciertas formas de actuar en política y la abstención es ya uno de los fantasmas más peligrosos que rondan por España.

Y eso que, en política, hay muchos fantasmones.

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