Los partidos chupan cámara

La política española tiene muchas anomalías y cosas raras que no suelen darse en nuestras latitudes políticas. Pero, como se dice habitualmente, es lo que hay.

Una de esas rarezas es el protagonismo que, en los medios de comunicación y en la opinión pública, tienen los partidos políticos y, más concretamente, los problemas que hay entre ellos y los que tienen los propios partidos en su interior.

No es normal que gran parte del tiempo en los medios audiovisuales y del espacio en los escritos, estén cubiertos por las diatribas de un partido contra otro, los vetos, las declaraciones destempladas, las invectivas, el famoso ‘y tu más’, ahora te voto a favor pero mañana en contra, no cuentes conmigo, te voy a denunciar etc.etc.

Si a eso le añadimos los graves problemas internos de la inmensa mayoría de las formaciones, tendremos el menú servido. Cuando no es una desobediencia es un castigo; ahora una zancadilla y luego una destitución; aquí una descalificación y allí una filtración interesada.

Y a todo esto el ciudadano, más o menos normal, se pregunta qué hay de lo suyo. De su trabajo, de su vivienda, de su pensión, de su hipoteca, del pago de sus préstamos, de su transporte, de sus ahorros, de los precios, de sus vacaciones, de la enseñanza y de los colegios e sus hijos, de la asistencia sanitaria, de su empresa, de su pequeño negocio, de su familia, de su seguridad, de su defensa, de lo que va a comer cuando se jubile o de la herencia que va a dejar a sus descendientes, de las relaciones internacionales de su país, de la marcha de su ciudad o de su pueblo, de sus impuestos, del gasto público…

La pregunta es recurrente: pero aquí ¿quienes gobiernan? y, evidentemente, la duda no se centra exclusivamente en el Gobierno propiamente dicho, sino en todos y cada uno de los que se dedican a la cosa pública.

Mientras los políticos, todos los políticos, se dediquen a decidir si saludan o no saludan al Rey, si se manifiestan o no se manifiestan, si se alían con un grupo o con otro, si los codazos en su partido tienen que ser más o menos fuertes y si fulanito roba más o menos, la cosa no tiene mucha solución.

Mal está que se pasen la vida mirándose el ombligo, pero peor resulta que nos obliguen a que se lo miremos nosotros.

 
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