El penúltimo despropósito de Artur Mas

Del presidente de la Generalitat siempre cabe esperar algo más. Por muchos que hayan sido y sean sus despropósitos, su chistera ofrece en cualquier momento un sin sentido, una ilegalidad o una salida de pata de banco.

Que el presidente de una autonomía – en la que es representante del Estado- diga en Madrid que viene a presentar sus respetos al Rey, “en son de paz” es algo que descalifica a cualquier político. Pero el problema de Artur Mas es que ha equivocado el son, no tiene partitura y además canta mal.

Lo mismo le da un referéndum fantasma hecho de retales demagógicos, que unas elecciones convertidas en plebiscitarías o que un pretendido independentismo rancio y sin ninguna viabilidad; él siempre sonríe, ya sea porque se pita el Himno Nacional o por la cara de pocos amigos de Felipe VI.

Para esos despropósitos, Mas se rodea de corifeos independentistas, arridistas de todo pelaje, pretendidos representantes de una hipotética sociedad civil o de edecanes palaciegos de la Plaza de San Jaime. A todos se los encuentra Artur Mas en su desenfrenada huida hacia delante y a todos los unce al carro de sus delirios.

La última (penúltima) salida de pata de banco ha sido la confección de una lista electoral que es un revoltijo en el que todo vale. Se mezcla la sociedad civil con la clase política instalada, la izquierda más arriscada contra España con la derecha burguesa catalana de los apoyos históricos al gobierno de Madrid y con el capitalismo de los barrios altos de las capitales catalanas.

Todo vale, incluso la pirueta circense de que los candidatos a presidir la Generalitat vayan en cuarto o quinto lugar de una lista encabezada por Raül Romeva, ex eurodiputado de Iniciativa, Carme Forcadell, presidenta de la Asamblea Nacional Catalana y Muriel Casals, presidenta de Omniun Cultural.

Gran parte de la sociedad catalana asiste atónita al puntapié y tentetieso que protagonizan cada día Oriol Junqueras y Artur Mas. Uno apuntala al otro con la convocatoria obligada de elecciones, y el otro sujeta el muñeco con el amago de la no convocatoria.

Eso sí, se supone que lo hacen “en son de paz”.

 
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