Las poltronas

Los partidos políticos tienen en la consecución del poder, por definición, su principal y casi único objetivo. Cuando lo ostentan su meta es conservarlo, cuando no, su finalidad es conseguirlo.

Algo muy parecido ocurre con los políticos, personas de carne y hueso, que pululan por el entramado de esos mismos partidos. Lo que ocurre es que no todos tienen la misma situación, ni las mismas oportunidades ni idénticas ‘agarraderas’. Y de ahí surgen los conflictos y las guerras internas.

Ahora, con elecciones a la vista, estamos en esa situación y ya han comenzado los primeros escarceos internos que se pueden convertir –ya se han convertido- en verdaderas batallas. Además en la situación actual hay un componente que contribuye, aun más, a abonar esa situación tensa en el seno de las dos principales formaciones.

Si las encuestas no fallan -lo que es mucho decir- perderá el Partido Socialista, comenzando por las elecciones municipales y autonómicas y acabando por las generales. Y ganará el Partido Popular tanto en unos comicios como en otros. Y ese factor se suma a los habituales para que las batallas se enconen y cada uno vaya buscando sitio en las nuevas alfombras, que ya vislumbra con sus colores, o buscando distanciarse lo más posible de una situación que parece amortizada.

Todos están perfectamente legitimados para adoptar las posiciones que estimen más oportunas o más acordes con sus intereses, siempre que lo hagan por los cauces más o menos establecidos.

Los casos de Francisco Álvarez Cascos en Asturias y de Antonio Asunción en Valencia son un ejemplo claro. Y las actitudes que con ambos han tomado sus respectivos partidos, se corresponden matemáticamente con la situación.

Vaya por delante que –obviando la mayor o menor oportunidad de las formas- tanto ambos ex, como el ‘aparato’ de socialistas y populares, están en su derecho de actuar en uno u otro sentido. Lo que ocurre es que, el ‘olor a poder’ en un caso y el tufo a derrota en otro, propician todo tipo de sospechas y comentario tanto de unos como de otros.

¿Se puede pensar que Rajoy no se siente demasiado firme en su poltrona y no le apetecen protagonismos tan llamativos como el de Álvarez Cascos? Se puede pensar.

¿Es descabellado deducir que Álvarez Cascos, tras su travesía desértica, ha olido poder en Asturias? No es descabellado.

 

¿Alguien puede preguntarse a qué viene la rapidez de Ferraz en quitarse de en medio a Antonio Asunción? Se lo puede preguntar.¿Es sospechoso que un político como Antonio Asunción hable, precisamente ahora, de ‘pucherazo’? Puede ser sospechoso.

Y tras las preguntas se puede deducir que hay nervios por las despedidas que parece que se avecinan y que hay prisas por ocupar poltronas y por pisar alfombras mullidas.

Y mientras tanto, el Gobierno, haciendo reverencias a los huéspedes chinos, tan ilusionado haciendo sus compras de Reyes en un ‘todo a cien’.

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