Por la boca… Del bañador al chaqué

Pedro Sánches y Margarita Robles en el desfile 12 octubre 2018. Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)
Pedro Sánches y Margarita Robles en el desfile 12 octubre 2018. Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)
 

Los cambios de indumentaria del presidente del Gobierno bien pudieran ser un reflejo de su pensamiento (¿) político. A Sánchez le da igual una cosa que otra, vive al día y su única preocupación es la permanencia.

Las fotos de  Pedro Sánchez en la Pascua Militar, publicadas sin solución de continuidad tras las de las vacaciones canarias, enfundado correctísimamente en un chaqué impecable, tienen su aquel. Hay que reconocer que la versatilidad del Presidente, además de ser digna de mejor causa, no deja de ser una de sus mejores cualidades.

Pedro Sánchez no pierde la sonrisa, ni ese aire entre juvenil y desenfadado que -unido a las ínfulas que se gasta como reflejo del que todo lo hace bien y está encantado de haberse conocido- dan un resultado “frivolón” que resultaría simpático si no fuera porque es el presidente del Gobierno de  España y, entonces, la cosa asusta y preocupa.

Los cambios de indumentaria bien pudieran ser un reflejo de su pensamiento (¿) político. A Sánchez le da igual una cosa que otra y vive al día sin más preocupación que la permanencia.

Vive el momento dentro de una política errática, sin futuro, a base de parches y de ocurrencias que, dada su precariedad parlamentaria, sustancia a base de decretos leyes y pasa del bañador al chaqué con la naturalidad del que alquila La Moncloa, Las Marismillas, La Mareta, el bañador y el chaqué.

Tan pronto dialoga con el “monologista” que le amenaza y nos insulta con el lazo amarillo a todos los españoles, como manda visitar a los “presos políticos”, que ahora existen y ahora no existen en función de unos presupuestos que ahora se aprueban y ahora no se aprueban.

Tan pronto defiende la libertad de expresión del humorista que quiere asesinar guardias civiles, como recurre a la Fiscalía cuando el protagonista de la humorada es él.

Tan pronto la urgencia de exhumar cadáveres le acucia de forma irresistible, como dice que “esperar unos meses no es problema”.

Tan pronto admite las dimisiones de alta velocidad de algunos ministros, como se convierte en el defensor de la permanencia a ultranza de otros miembros de su gabinete.

 

Tan pronto amenaza con hacer coincidir elecciones en un domingo repleto de votaciones,  como se apresura a tranquilizar a los barones autonómicos de su partido, aterrados ante los resultados en Andalucía.

Y es que Pedro Sánchez vive el hoy, el ahora y el aquí, como nadie y con prisas y premuras nos gasta a los españoles bromas de continuo. Vamos un humorista de Fiscalía.

Claro que ninguna prisa, ninguna urgencia, ninguna premura que más estemos sufriendo, que las pocas horas que tardó en la formación del Gobierno y en la elección de ministros.

Y ministras.

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