Por la boca… El “chollo” Sánchez

Pedro Sánchez en el avión oficial
Pedro Sánchez.

Se dice, y es verdad, que Sánchez necesita de separatistas, populistas y demás familia, para mantenerse en La Moncloa, pero lo que ocurre es que separatistas, populistas y demás familia, necesitan a Sánchez en La Moncloa para hacer y deshacer (fundamentalmente deshacer) a su antojo.

Siempre hay alguien que habla de elecciones anticipadas, basándose en la precariedad de Pedro Sánchez, en su escasísima fuerza parlamentaria, en lo ridículo de su gobierno y en las exigencias, cada vez más intolerables, de quienes le mantienen en la cuerda floja de un ejecutivo títere. Pero no hay cuidado, porque en ese gobierne títere está el secreto de que Sánchez sea presidente del Gobierno.

Tenemos un presidente que no es que esté agarrado a una brocha parlamentaria poco fiable, no es que se sujete a la brocha, es que la brocha se mantiene en su mano porque la brocha es la gran beneficiada.

Parece lo mismo pero no lo es. Sánchez se sienta en la presidencia del Consejo de Ministros, no porque a él le convenga, que también, sino porque conviene a quienes le han sentado ahí.

Difícilmente los torras y compañía, los iglesias o los puigdemontes, los garzones o los mateos, los echeniques o los balldovís, van a encontrar un chollo del calibre de un presidente de Gobierno que tiene amplias tragaderas, fácil al halago, medroso ante las amenazas, preocupado por su imagen y hasta huidizo ante la opinión pública. Alguien que duda de su legitimidad de origen y que es incapaz de ganarse, con su gestión, una mínima legitimidad de ejercicio-

Si Sánchez necesita a separatistas, populistas y demás familias, para estar dónde está, separatistas, populistas y demás familias, guardan a Sánchez como oro en paño porque es la garantía que tienen de hacer y deshacer – más bien deshacer- en esta España nuestra.

Si a Pedro Sánchez se le pasara por la cabeza adelantar las elecciones, veríamos a unos y otros –aunque solamente fuera de momento- aflojar en sus demandas, disimular sus pretensiones y hasta renunciar a sus ansias, con tal de no perder la bicoca que para ellos supone tener en La Moncloa a alguien tan escaso de ideas como de escaños, tan necesitado de poltrona como carente de escrúpulos, tan manejable y tan asustado de su propia vaciedad.

 
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