Por la boca… El mandato de las urnas

Papeletas para unas elecciones.
Papeles para unas elecciones en España

Según los exégetas, lo expresado por todos los españoles en las urnas es un mandato para que los menganitos pacten con los fulanitos; que los zutanitos tengan unos cuantos ministerios; que se eche al que hay y que se ponga a otro y que todos tengan razón en sus análisis más o menos delirantes.

Como las memeces que hacen y dicen nuestros políticos -todos los políticos- son muchas, siempre hay alguna que llevarse al comentario aunque a veces, entre tantas, la elección no es fácil.

Ahora, en tiempos de pactos, de alianzas y de sumas y restas de votos y escaños, la moda está en recurrir al mandato de las urnas y a la voluntad de la mayoría de los españoles expresada en las elecciones.

El mandato vale para un roto y para un descosido y los ciudadanos, igual han votado para que gobiernen las izquierdas, como para que lo hagan las derechas, para cargarse la Monarquía, para salir de Europa, para bajar los impuestos, para subir los impuestos, para que el Madrid fiche a uno o para que el Barcelona vuelva a ganar la Liga

Según los exégetas -mucho más si en su curriculum pone eso de politólogo-, lo expresado por todos los españoles en las urnas es un mandato para que los menganitos pacten con los fulanitos; que los zutanitos tengan unos cuantos ministerios; que se eche al que hay; que se ponga otro y que todos tengan razón en sus análisis más o menos delirantes.

Pues, con intérpretes o sin ellos, lo del mandato es un cuento y no digamos nada, eso de la suma de la gran mayoría de los españoles.

No es fácil hacerse a la idea de que un ciudadano de Villavieja de Arriba, es un decir, ha votado al partido localista porque quiere que el universalista pacte con el provincianista. Y mucho más difícil resulta admitir que ese ciudadano ha votado a un partido concreto, pero le ha votado poquito, porque no quiere que haya mayorías absolutas.

Los ciudadanos no dan un mandato a nadie. Un votante se limita a elegir una formación y un candidato concreto porque quiere que salga ese político y que se gobierne con las ideas y el programa de una formación determinada.

Pretender que los ciudadanos se ponen de acuerdo para votar que no haya mayorías absolutas, que su voluntad es que haya que pactar y que alguien vote a alguien para que no gobierne o para que “haga bulto”, es sencillamente delirante.

 

Tan delirante y absurdo como cuando la Dirección General de Tráfico aconseja a los automovilistas -en una operación retorno o salida de esas de las vacaciones- que “salgan escalonados”. ¿Alguien se figura al veraneante de turno yendo por los domicilios de otros veraneantes, preguntando a qué hora piensan ponerse en viaje, para no coincidir?

Pues lo del mandato es de lo más socorrido. Todos tienen un mandato y, por supuesto, el don de interpretar lo que votó fulanito. Y es que fulanito votó a una lista, pero no para que saliera elegida, sino para que otros pactaran sin tener en cuenta a esa lista, porque lo que hizo ese sufrido votante no fue votar a un político, sino dar un mandato.

Y los ciudadanos, que supuestamente damos el mandato, sin enterarnos de que hemos dado un mandato.

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