Por la boca… El V.A.R no es culpable

Sistema de Videoarbitraje VAR.
Sistema de Videoarbitraje VAR.

El fracaso del V.A.R estaba cantado desde el momento en que los encargados de gestionarlo son los árbitros. Y los árbitros, son muy malos. Con V.A.R y sin él.

Como hubiera dicho mi admirado y recordado Luís Figuerola-Ferretti, el V.A.R no es malo de suyo. Es un instrumento más que, desde el momento   en que los encargados de su gestión son los árbitros, estaba condenado al fracaso, porque los árbitros son muy malos. Con V.A.R y sin él.

Con independencia de que el V.A.R aplicado al fútbol no tiene razón de ser y más que un auxilio útil es una rémora, parar un partido durante dos o tres minutos -e incluso anular todo lo que haya ocurrido después de la jugada objeto del análisis- dar un gol por válido o anularlo, señalar un penalti o decretar una expulsión al rato de producirse y que el juego haya transcurrido con normalidad hasta que a algún iluminado se le ocurra avisar de que hace varios minutos pudo haber una equivocación arbitral, no cabe en la lógica de un deporte que en su desarrollo no tiene nada que ver con el tenis o con el baloncesto que, por su naturaleza, mantienen parones constantes.

Una jornada sí y otra también asistimos al espectáculo de los árbitros –unos con ordenador y otros con pito, unos sentados y otros corriendo por el césped- que ponen en evidencia el fracaso de una iniciativa que, lejos de favorecer el fútbol,  está perjudicando gravemente.

Un ejemplo de los más claros de esa inutilidad, está en el recital de codazos, manotazos, cabezazos, bofetadas y otras lindezas a las que asistimos en cada partido. El fútbol es un deporte que se juega con los pies y, aún en el hecho de acciones antirreglamentarias e incluso agresiones, lo lógico es que se produzcan los contactos, reglamentarios o no, con las extremidades inferiores.

Ahora no, ahora los codos, los brazos y hasta la cabeza, forman parte principal del juego. Si a eso le añadimos los exagerados modos de fingir esas agresiones con jugadores revolcándose de dolor, profiriendo alaridos lastimeros e incluso golpeando el suelo desesperadamente, para en pocos segundos correr tan campantes en busca del balón, habría que concluir que el V.A.R sería un buen instrumento para detectar esas agresiones, supuestas o no, y castigar debidamente a los infractores.

Pero el V.A.R está a otra cosa. Está a vendernos la burra de la tecnología y al espejismo de un progreso mal entendido y a proporcionar más ingresos a quienes antes descansaban alguna jornada.

¿Para cuando una tecnología que permita prescindir totalmente de los árbitros?

Porque es que son muy malos. Vamos, que son malos de suyo.

 
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