Recomiendan, asustan, excluyen, adoctrinan y al final… prohíben

Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez.

Eso sí, cada cuatro años permiten el supremo bien de la democracia que se han inventado a su medida y se invita a los ciudadanos a ejercer el derecho al voto transmitiendo una sensación de libertad y una euforia de ser dueños de la propia existencia, que ya la querrían para sí muchos liberales de la ultraderecha.

Es lo que tiene la extrema izquierda -o sea el comunismo que tiene Sánchez en el Gobierno- y que representa a las mil maravillas la “melifluosidad” de la dicción pausada y suave de Garzón y que es muy propia de la extrema izquierda comunista.

Recomiendan metiendo miedo y hablando de futuro y de modernidad; después adoctrinan en tono imperativo como si no hubiera más opciones que la suya (cuando gobiernan esa exclusividad se cumple a rajatabla)  excluyen las demás opiniones y acaban, ya con el caldo de cultivo en su sazón, prohibiendo descaradamente.

Hay que hablar de una manera concreta y en un idioma determinado, de asuntos que estén fijados en la agenda oficial, comer lo que ellos deciden, beber lo que no está vetado, leer lo que fija la lista oficial de determinados medios de comunicación, cuidar la salud a golpe de confinamiento, correr, andar, y vestir de una manera prefijada, no fumar, estudiar el cómo y el qué prescrito por los expertos designados, gastar la cantidad estipulada y en los sitios fijados, relacionarse a toque de corneta, tener los hijos que deciden otros, comprar los juguetes previa instrucción e “inoculación” de ideas a niños y padres, creer lo que mandan, pensar lo que deciden y acatar lo que ordenan… y, por supuesto, votar a favor de los correspondientes decretos-leyes que han publicado en el BOE.

Eso sí, cada cuatro años permiten el supremo bien de la democracia, que se han inventado a su medida, y se invita a los ciudadanos a ejercer su sagrado derecho al voto transmitiéndoles una euforia de libertad, una sensación de ser dueños de la propia existencia y un regusto de tomar decisiones, que ya  desearían para sí muchos liberales de la ultraderecha.

Cada poco -Garzón que no sabe en qué gastar el tiempo en el despacho de ministro, que le pusieron entre Iglesias y Sánchez- se saca de la manga una soflama y, por el bien de todos e, incluso por razones de Estado que diría Batet, se carga los chuletones, las granjas, los bingos, la lotería, los estancos, los menús, el vino la cerveza y lo que se tercie.

De nuevo tocan los juguetes que ahora hacen huelga de colores caídos y de ideología de género y Garzón -cuál Simone de Beauvoir con barba y bigote- se carga también aquello de “los chicos con las chicas” que cantaban Los Bravos, porque ya no hay ni chicos ni chicas, ni muñecas, ni pistolas, ni balones, ni cocinitas, ni disfraces de hada ni del guerrero del antifaz, porque según ha dicho el “prohibidor” y militante de la extrema izquierda que es el comunismo, “los juguetes serán más igualitarios, más veraces y constructivos, aspectos fundamentales para el desarrollo y protección de la infancia”, todo ello mezclado con lo del lenguaje inclusivo (como no podía ser de otra manera, que diría el cursi de turno).

Y han tragado los jugueteros que, naturalmente, quieren vender y no van a jugarse la fábrica o la tienda o el negocio, por un quítame allá ese rosa, el sombrero de vaquero, la cocinita o el ministerio de la señorita Pepis.

Menos mal que Pepis, vale  lo mismo para señorita y para señorito.

 

La carcajada retroactiva. Dijo Sánchez: “En España no hay más que dos alternativas: una el centro izquierda (que soy yo) y otra la derecha unida inseparablemente a la extrema derecha…Tengo el convencimiento de que gobernará Vox”.

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