Sánchez no es más que un superviviente

Pedro Sánchez, en un acto de la Academia del Cine.
Pedro Sánchez, en un acto de la Academia del Cine.

Toda la trayectoria de Sánchez desde su llegada a la política, su primer fracaso en el Partido Socialista y su vuelta a la secretaría general, son un claro ejercicio de supervivencia trepadora; escalar sin pararse en mientes y conservar lo conseguido.

Sánchez ni siquiera llega a la categoría de resistente, algo que tanto enfatizó en el libro que tampoco escribió pero sí firmó.

Un resistente es alguien que se enfrenta con una realidad, que lucha por los otros tanto como por sí mismo y hasta se afana por lograr algo valioso; un resistente arriesga y corre peligro en muchos lances de su ejecutoria. Hay resistentes que hasta pierden la vida por un ideal.

El superviviente es paradójicamente un vividor, un aprovechado, un advenedizo al que solo importa su interés, sin horizontes más allá de sí mismo y capaz de todo con tal de cumplir su único objetivo, siempre en su propio beneficio. Toda la trayectoria de Sánchez desde su llegada a la política, su primer fracaso en el Partido Socialista y su vuelta a la secretaría general, son un claro ejercicio de supervivencia trepadora; escalar sin pararse en mientes y conservar lo conseguido.

Desde el gobierno y en el gobierno, Sánchez no ha cambiado sus planteamientos. Todo lo que hace está al servicio de su supervivencia y aprovecha cualquier coyuntura, por problemática que pueda ser, para sobrevivir.

Por eso es tan poco de fiar, y hasta sus mismos aliados saben que cada uno de sus actos está presidido por el afán de sobrevivir y nada más, y saben también que sus concesiones, sus negociaciones, sus pactos y, por supuesto, sus decisiones como gobernante tienen el escaso recorrido de un superviviente sin más ambiciones, ni buenas ni menos buenas.

Y como la característica más destacada del superviviente es el “todo vale”, a Sánchez le vale todo con tal de lograr su supervivencia.

Pero no hay que olvidar que, en política, al contrario de lo que pasa en otras facetas de la vida, la supervivencia tiene fecha de caducidad.

 
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