Sánchez el misceláneo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El “parcheo” es lo único que sabe hacer Sánchez y además lo hace mal, porque Sánchez está en el Gobierno, pero ni gobierna, ni de la talla mínima de gobernante.

Desde la moción de censura que le sentó en La Moncloa, la pretendida gestión de gobierno de Sánchez ha ido de mal en peor y desde los personajes de los que se ha rodeado, hasta las decisiones que ha ido tomando, el único adjetivo que le cuadra a un batiburrillo de asuntos que son una mezcla maloliente, es el de desastroso. Una gestión que se reduce a una especie de miscelánea en la que todo cabe, todo se confunde, todo se sucede sin apenas intervalos de tiempo y la realidad es que todo responde a la finalidad de embarullar la vida pública para que saquen ganancia los pescadores del río revuelto de Sánchez.

Si acaso lo único que a Sánchez le ha salido bien es la serie de leyes ideológicas que ha ido expeliendo pero, aún esas leyes se deben a los comunistas de Podemos que están en el Gobierno y muy especialmente a Montero (la de igualdad en Nueva York).

Sánchez comenzó con las arcadas y las náuseas  que le provocaba Iglesias y, engañando a todos, le enchufó –abrazo mediante- en el Gobierno y así, de mentira en mentira, ha llegado a este verano en La Mareta, mientras a base de decretos va tejiendo un entramado ideológico, que no siempre responde a los postulados del socialismo.

Dice el Diablo Cojuelo de Vélez de Guevara, a su compañero Cleofás, mientras atisban los tejados de Madrid: “En esotra casa, más arriba, está durmiendo un mentiroso con una notable pesadilla, porque sueña que dice verdad”. Aunque Sánchez no dice una verdad ni en sueños, hay que reconocer que el Cojuelo podría estar pensando en él.

La miscelánea continuó con los acuerdos con separatistas y proetarras, con la desastrosa gestión de la pandemia con sus correspondientes decretos anticonstitucionales y todo glosado en los discursitos sabatinos.

Siguieron los patinazos en política exterior (Biden incluido) y los paripés ante al volcán de La Palma, sin que faltaran las grandes mentiras sobre los méritos de los amigos enchufados en empresas públicas.

Y llega la gestión veraniega de la crisis energética, que comienza con el “descorbatamiento” de quita y pon y acaba con el lloriqueo balbuciente de “yo también quisiera estar en Argelia”.

Todo trufado de una desastrosa política económica camuflada de “putinismo” de guerra, de fallos ajenos, de baile de cifras y de intentos de regenerar lo que él mismo contribuyó a degenerar en el PSOE. Y es que el “parcheo” es lo único que sabe hacer Sánchez y además lo hace mal, porque Sánchez está en el Gobierno, pero ni gobierna, ni de la talla mínima de gobernante.

 

Y ahora, como siempre en campaña electoral, sin recursos de ningún tipo y con la credibilidad por los suelos, los parches se convierten en burdos insultos a la oposición.

Además de los parches en Ferraz, Sánchez juega con la amenaza de una crisis de gobierno que le sirva de lavado de cara. Lo que ocurre es que su dureza facial, para un lavado, necesita altas dosis de piedra pómez o una lija de grano grueso y no estamos para gastos en cosmética.

Y en medio, como un consuelo cutre, cosméticas aparte, los piropos de las ministras.

La carcajada: De forma global, solidaria y hasta mancomunada, son protagonistas las memeces que durante el verano han destilado Alegría y Bolaños.

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