Sánchez, natura, Salamanca y votos

Pedro Sánchez en el discurso de investidura
Pedro Sánchez en el discurso de investidura

Cuando dos declarantes dicen cosas contrarias, siempre surge la pregunta de quién de ellos mentirá y quién dirá la verdad. Cuando hablan Pablo Iglesias y Pedro Sánchez y dicen cosas tan distintas, no hay que preguntar nada: los dos mienten. Seguro.

Tras el bochorno vivido en la sesión de investidura -en los discursos, en las réplicas y las contrarréplicas, con insultos, versos y chocarrerías- los análisis, las valoraciones y el juicio sobre unos y otros, han sido, son y van a ser, el pan nuestro de cada día.

Pero después del espectáculo dado por el candidato –espectáculo que comenzó con la moción de censura, continuó con la formación del Gobierno y las sucesivas dimisiones de ministros, siguió con la convocatoria de todas las elecciones habidas y por haber y ha culminado con la vergonzosa sesión de investidura- habrá que comenzar a analizar y a estudiar si Pedro Sánchez, el gran perdedor, es la persona idónea para presidir el Gobierno de España.

Fue el más votado en las últimas elecciones y tiene todo el derecho a intentar llegar al poder de forma normal -no tras una tempestuosa moción de censura- y como, de momento, es el que manda en el Partido Socialista, es el candidato natural de ese partido. Pero todo eso no le da lo que, visto lo visto, no tiene.

Lo que natura no dio, Salamanca no presta y, en este caso, lo que la naturaleza no dio a Sánchez, los votos no se lo pueden prestar.

Ni por curriculum académico, ni por trayectoria política, ni por experiencia en la gestión de la cosa pública, parece que Sánchez sea el mejor candidato, ni siquiera un buen aspirante.

Unos españoles, más de siete millones de españoles, le dieron su confianza y su voto, pero eso no transforma a Pedro Sánchez, porque sí, en el mejor personaje que el Partido Socialista pueda presentar como aspirante a La Moncloa.

Muchos días antes del fracaso de su segundo intento de ser investido, muchas voces socialistas, dentro y fuera de Ferraz, volvían a plantearse abiertamente si quizás no habían acertado con Sánchez.

A la vista de su incapacidad para concitar voluntades en el Congreso, analizando su forma de negociar, y teniendo en cuenta su talante de político, la pregunta es más que pertinente.

 

Nos distraemos en cifras, en progresos, en avances y políticas sociales, en reivindicaciones locales, en coaliciones y en colaboraciones, pero nos estamos olvidando de la reflexión sobre las cualidades del protagonista. Y habría que preguntarse si Pedro Sánchez es una persona preparada, con el bagaje intelectual y con la experiencia suficiente.

Otros dudarán si es de fiar, si se puede confiar en él. Y eso lo piensan tanto los políticos de enfrente como los de al lado.

Evidentemente para Pablo Iglesias, Sánchez no es de fiar, como tampoco lo es Iglesias para Sánchez.

Cuando dos declarantes dicen cosas contrarias, siempre surge la pregunta de quién de ellos mentirá y quién dirá la verdad. Cuando hablan Pablo Iglesias y Pedro Sánchez y dicen cosas tan distintas, no hay que preguntar nada: los dos mienten. Seguro.

La sensación de que ambos mienten y de que cada uno va a lo suyo, va a ser muy difícil de que desaparezca tras el verano y, si antes Sánchez e Iglesias no lo remedian, las elecciones que nos amenazan serán un calvario para ambos, para todo la izquierda y por lo tanto para España.

Puede que Sánchez mienta, que no sea de fiar, que lo único que ambicione sea el poder por el poder, que sea prepotente y orgulloso, que quiera humillar a los demás. Bien está.

Pero lo verdaderamente importante, le vote quien le vote, es plantearse si es la persona con capacidad y con categoría mental para gobernar España.

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