Sánchez: ni sabe, ni quiere, ni puede

Pedro Sánchez rueda de prensa 13 de marzo de 2020
Pedro Sánchez rueda de prensa 13 de marzo de 2020

Pasará el tiempo, pasarán gobiernos y partidos y políticos y la incógnita de lo qué es y de lo que supone Sánchez, continuará. No se sabrá si lo suyo es un problema de capacidad mental, de falta de honradez política o simplemente se trata de una patología provocada por el ansia de poder.

Decía Ladislao Kubala -aquel genio del fútbol- en su época de seleccionador nacional, que para ser internacional había que saber, querer y poder. Es evidente que Sánchez, ni sabe, ni quiere, ni puede.

Que no sabe se constata simplemente analizando las decisiones que toma, el retraso con que las toma y los razonamientos con los que las justifica.

Que no quiere es más que palpable, por cuanto todas y cada una de sus acciones -desde el nombramiento de colaboradores hasta sus comparecencias- están en función, única y exclusivamente, de sus intereses electorales.

Que no puede, se evidencia en las dudas, los retrasos, las mentiras, las contestaciones inanes y los discursos vacíos, convertidos en homilías de la más baja estofa, todo ello provocado por sus coaliciones, sus cesiones y su tolerancia a los chantajes de dentro y de fuera de su gobierno.

Pasará el tiempo, pasarán gobiernos y partidos y políticos y la incógnita de lo qué es y de lo que supone Sánchez, continuará. No se sabrá si lo suyo es un problema de capacidad mental, de falta de honradez política o simplemente se trata de una patología provocada por el ansia de poder.

Lo más probable es que –como diría un politólogo cursi- se trate de un conjunto de causas de carácter transversal que inciden en todos y cada uno de sus planteamientos al frente de un gobierno y de un partido político, porque desde que era un “culiparlante” en el Congreso, hasta que logró dormir, bien o mal, en La Moncloa, su trayectoria es una sucesión de despropósitos que -dejando a un lado las mentiras habituales y ya endémicas- van desde su gestión como secretario general del Partido Socialista, hasta los nombramientos de ministros comunistas en un gobierno de coalición, coalición que, dicho sea de paso, es en lo único que no se ha equivocado al vaticinar que le iba a quitar el sueño.

Por acción en la adopción de medidas laborales, económicas y fiscales o por omisión jugando al escondite en una situación grave de pandemia, el balance no puede ser más negativo.

Aquí encaja la frase hecha: si hace mal, y si no hace peor, porque este individuo no da una a derechas (perdón, a izquierdas).

 

Es evidente que no sabe qué hacer. En el caso de la pandemia es palmario. No quiere hacer nada que no redunde en su beneficio electoral y no puede porque los chantajes le han convertido en un impotente político.

Y de todo ello son un buen índice sus comparecencias llenas de lagunas, de coartadas y de justificaciones que no vienen a cuento en un gobernante, porque, eslóganes aparte, ni ha hecho lo qué hacía falta, ni cuándo hacía falta, ni dónde hacía falta.

Sánchez ha colocado a España entre la pared del contagio y la espada de la incertidumbre y hay que tener en cuenta que una cosa es apoyar al gobierno y cumplir sus directrices en momentos graves y otra muy distinta no juzgar la actuación de un gobernante que se refugia precisamente en esa gravedad para pedir unidad.

Un gobernante que en una semana ha celebrado tres Consejos de Ministros, para decidir que los españoles podemos sacar a pasear al perro.

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