La sangría de las instituciones

Aunque apenas hay noticias del proceso de acercamiento a los independentistas que protagonizó Soraya Sáenz de Santamaría hace unos meses, es de suponer que siga su marcha, porque si no es así, hay muy pocas explicaciones que justifiquen la falta de decisión del Gobierno frente a la política de hechos consumados practicada por la Generalitat.

La frase aquella de ‘lo que no puede ser, no pude ser y además es imposible’, la ha transformado Mariano Rajoy en ‘lo que no puede ser no puede ser porque es ilegal’. Poco bagaje para tanto tiempo esperando a ver si a los independentistas les da por ‘no ser ilegales’. La realidad es que llevan años viviendo en la ilegalidad y que, salvo las famosas inhabilitaciones –que tienen un lugar preferente en el arco triunfal de los inhabilitados- aquí no ha ocurrido nada.

La visita del Fiscal General del Estado a Carles Puigdemont –por mucho que se haya calificado de institucional- es un episodio más de la historia del Gobierno con Cataluña, que contribuye al desprestigio y a la sangría de las instituciones.

El no ‘passssa’ nada del maestro Antonio Burgos no es aplicable al asunto de Cataluña. Sí que pasa. Pasa que las instituciones, cada vez que se topan con los independentistas, pierden alguna batalla, pierden prestigio y hasta pierden posibilidades de actuación.

Ni caso a los tribunales, ni caso al Poder Legislativo, ni caso al sentido común, ni caso a la verdad de las cosas.

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Mientras, hay que escuchar lo de las negociaciones ‘entre estados’, lo de la continuidad de la Cataluña independiente en Europa, lo de la economía liberada del latrocinio de España, lo del derecho a ‘poner las urnas’ y toda la retahíla de argumentos del independentismo.

Mientras, se celebró –simulacro o no- la consulta; de cartón o de papel, se pusieron las urnas y los catalanes que quisieron votaron alegremente. Y se prepara la segunda edición.

Mientras, acercamientos, visitas, invitaciones al Congreso de los Diputados, conferencias en ayuntamientos, excursiones internacionales y desprestigio de unos y otros.

Mientras, es un suponer, no se pitará el Himno Nacional, ni se ultrajará la bandera de España, ni se abucheará al Rey en la final de Copa y no se pitará, ni se ultrajará, ni se abucheará, porque es ilegal. Faltaría más.

Pero todo tiene sus tiempos, y los tiempos tienen que ser bien administrados.

Sería lamentable que, en este caso, hasta el ‘más vale tarde que nunca’, llegara tarde.