Sí es Semana Santa

Procesión de Semana Santa en Sevilla (Foto:wingpix).
Procesión de Semana Santa en Sevilla (Foto:wingpix).

Por mucho que algunos -incluso desde algunos medios de comunicación que pasan por solventes- se afanen por demostrarnos que “no hay Semana Santa”, la realidad es muy diferente. Basta con fijarse en muchos de nuestros balcones engalanados y en las gentes que se afanan por mostrar su devoción y su afán por mantener creencias y costumbres pese a la atipicidad de estos días.

El interés por encerrar la Semana Santa en las sacristía y por borrar el sentimiento cristiano de España, ni es de ahora ni ha surgido con ocasión de la pandemia aunque algunos quieran aprovecharla para incidir sobre lo “progre” y moderno  que es arrinconar las creencias de los otros.

Desde los intentos de convertir fiestas cristianas en solsticios, hasta promocionar el afán por el descanso y por las vacaciones playeras, todo se les hace poco para su intento. Lo que pasa es que, incluso en circunstancias tan especiales como las que estamos viviendo, los intentos pinchan siempre en hueso.

Por mucho que algunos, incluso desde algunos medios de comunicación que pasan por solventes, se afanen por demostrarnos que “no hay Semana Santa”, la realidad es muy diferente. Basta con fijarse en muchos de nuestros balcones engalanados y en las gentes que se afanan por mostrar su devoción y su afán por mantener creencias y costumbres a pesar de la atipicidad de estos días.

En España, sí es Semana Santa y las gentes se preocupan por presenciar ceremonias y procesiones en la televisión e incluso mantienen tradiciones desde balcones y terrazas. Son ceremonias vacías de asistentes y procesiones retomadas de años atrás y que son seguidas con todo el entusiasmo y la ilusión y el interés de cada año.

Incluso la tristeza y la decepción de cofrades y fieles ante la imposibilidad de sacar sus imágenes en procesión o asistir a las distintas liturgias, deja paso inmediatamente a nuevas formas, nuevas emociones y, por descontado, a las mismas devociones.

Por mucho afán que se ponga, por mucho desprecio que se exhiba y hasta por algún intento que otro de legislar en relación con las manifestaciones públicas de fe, no es fácil desarraigar las creencias de todo un pueblo.

Y es que “es duro dar coces contra el aguijón”.

 
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