Se reabren las sospechas sobre el 11-M. Cataluña, una nación con todas las de la ley, mientras se recrudece el acoso a la banda terrorista ETA

Decía un pensador que “un camello es un caballo diseñado por una comisión”. Algo así pasó con la comisión que, en el Congreso, investigó el atentado. Fueron demasiados los intereses políticos que se cruzaron en el camino, demasiados los flecos sueltos, demasiadas las incomparecencias y hasta demasiadas las mentiras y, lo que es peor, las medias verdades. El resultado fueron unas conclusiones apresuradas y deformadas que ahora una investigación está poniendo en evidencia. Dos años después las sospechas siguen en la calle y vuelven a ser moneda de cambio de batallas políticas. No quedan demasiadas salidas. Las investigaciones y las revelaciones van a seguir; unos políticos aprovecharán esas investigaciones y otros mirarán para otro lado. Nada nuevo. Hay doscientas vidas que se han perdido y también se ha perdido la credibilidad de la clase política y el prestigio de los cuerpos policiales. Posiblemente un Gobierno sin hipotecas partidistas reabriría una Comisión que se cerró en falso, pero eso es mucho pedir. Posiblemente también sea mucho pedir a Artur Mas que deje de enredar. Sus declaraciones afirmando que le tiraron los tejos para formar parte del tripartito catalán, ciertas o no, han tenido la virtud de enrarecer el ambiente en la Generalitat. La posición de Maragall es inestable tanto en su propio Gobierno como en el PSOE y Mas no ha contribuido a darle seguridad. Es evidente, lo dicen abiertamente en CIU, que las elecciones adelantadas llevarían a los nacionalistas a la Plaza de San Jaime, pero no es menos cierto que Carod Rovira tiene un pie firme en la Moncloa aunque la negociación del estatuto entre Mas y Rodríguez Zapatero le haya apartado del primer plano. Al final, la nación catalana, la bandera catalana, el himno catalán y la fiesta nacional de Cataluña están en el preámbulo del estatuto y eso se lo va a apuntar Carod Rovira con la misma energía que se lo apuntará Convergencia i Unió. La única fisura en la relaciones entre Mas y Rodríguez Zapatero es Duran i Lleida. El político de Unió sigue haciendo la guerra por su cuenta y mantiene su aspiración de pasear por Madrid en el coche oficial de ministro. Dicen en Ferraz que Zapatero sólo espera una insinuación de Mas, pero que este no dice esta boca es mía. Callado, o al menos con un perfil de información bajo, está el ministro Alonso. Según se dice en su departamento, la consigna es hablar poco y salir solamente a los toros imprescindibles. Pero, a pesar de eso, parece que la estrategia contra ETA ha cambiado. Las bombas, las andanadas de los empresarios y la tregua que —de momento- ni está ni se la espera, hacen que Zapatero se muestre más beligerante con la banda y Otegi tenga que volver a la Audiencia Nacional. En algunos asesores del Presidente del Gobierno las manifestaciones han hecho más mella de lo que puede parecer a primera vista y, en privado, dicen que la orden es de “hacer caso aunque no se haga de forma descarada”. Entre otras razones, los estrategas del PSOE, tampoco se recatan de decirlo, quieren arrebatar al Partido Popular la bandera del enfrentamiento con ETA. Claro que una hipotética tregua, a la que Rodríguez Zapatero no ha renunciado, lo cambiaría todo. Y Fabio Capello parece ser el hombre que va a cambiar todo en el futuro Real Madrid. Un futuro oscuro sobre todo si se repasan las fechas de los contratos de los “ex galácticos”. Sin hacer bromas con un constructor, Florentino Pérez ha dejado una hipoteca en forma de contratos de larga duración de la que no va a ser fácil desprenderse. Una hipoteca demasiado onerosa como para jugar en Europa —dicho sea con enorme respeto- con el entrenador del Castilla, con Gravesen de organizador y con Mejía en el centro de la defensa. Un lujo al que hay que añadir la alineación de Raúl, no se sabe bien por qué motivo, o la obcecación de bombear balones ante un equipo inglés. Un lujo demasiado “caro”. Las voces son claras y piden elecciones ya. No parece descabellado que Fernando Martín las convoque pensando —ya lo ha dicho- que las va a ganar. Lo que pasa es que se puede equivocar.

 
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