Todo un Rey

Felipe VI en el desfile 12 octubre 2018 Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)
Felipe VI en el desfile 12 octubre 2018 Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

Además de cumplir las obligaciones y ejercer las funciones que marca la Constitución para el titular de la Corona -defender la unidad y permanencia del Estado y arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones- Felipe VI se está encargando de defender la dignidad de todos los españoles, incluídos los catalanes.

La tan traída y llevada frase de “el rey reina pero no gobierna”, no es algo fácil de hacer realidad. Ya sea por exceso o por defecto -en nuestra historia hay ejemplos abundantes- la situación del monarca no es cómoda en una monarquía constitucional como es la nuestra.

Tras el fallido golpe de estado que -tras las intentonas de los años 31 y 34 del pasado siglo, ha perpetrado el independentismo catalán- ha supuesto una quiebra de muchos de los principios y hasta de las formas con las que los españoles nos veníamos gobernando con una Constitución aprobada por la gran mayoría de los ciudadanos y- dicho sea de paso- en Cataluña con unas cifras muy superiores a la media del país, ha sido el Rey el que ha puesto las cosas en su sitio y ha hablado claro y alto, siempre con la ley en la mano.

Y dónde partidos y dirigentes políticos han pasteleado, han mirado para otro lado o han dado respuestas más bien timoratas y afines a sus supuestos intereses, ha emergido la figura de Felipe VI que no ha tenido el menor reparo en poner las cosas en su sitio con palabras contundentes.

Además de cumplir con las obligaciones y ejercer las funciones que marca la Constitución para el titular de la Corona -representar la unidad y permanencia del Estado y arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones- Felipe VI se está encargando de defender la dignidad de los españoles, cosa que no siempre hacen -frente a independentismos, secesionismos e intentos de romper España- la inmensa mayoría de políticos y partidos. Y lo está haciendo, además, sin el respaldo explícito de gobernantes -incluido el resiliente escritor de memorias- y aspirantes a gobernar. Unos y otros se cuidan muy mucho, no vaya a ser que las afinidades se reflejen en las encuestas.

A pesar de eso, o precisamente por eso, el Rey soporta críticas de unos y de otros y hasta hay quienes cometen la bellaquería, Puigdemont por ejemplo, de aludir a la designación de Juan Carlos I y a su legitimidad. Otros critican la propia existencia de la monarquía identificándola con el absolutismo, mientras que a la forma republicana le dan patente de corso, en cuanto a democracia se refiere.

Comenta -con gran acierto- Alfonso Guerra, en su reciente libro “La España en la que creo”, la existencia de monarquías democráticas y la de repúblicas dictatoriales. Y es evidente que ejemplos no faltan.

Claro que la pobreza de argumentos de quienes atacan la monarquía es congénita en muchos de los que se piensan demócratas por el sólo hecho de proclamarse republicanos.

Y esa defensa de la dignidad de España y de los españoles, la está haciendo Felipe VI con mesura, rotundidad, sin dejar lugar a dudas y con un enorme sentido de la oportunidad, midiendo muy bien sus palabras y los tiempos de cada intervención.

 

Ya quisieran, o quisiéramos, que tanto cantamañanas y tanto resiliente elegido democráticamente -y no por inseminación, que dicen los comunistas de Podemos- se pareciera un poco al Rey Felipe VI.

Por poco que fuera.

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