Toujours la France

Emmanuel Macron.
Emmanuel Macron.

De Francia siempre recibimos noticias. Puede ser la llegada de los mamelucos, el advenimiento de hijos de San Luís, el boicot a nuestros camiones fruteros, la puesta en libertad de un etarra, un presidente metomentodo que amenaza a nuestros partidos y hasta políticos de segunda mano que pretenden mangonear Barcelona.

Y nosotros nos licuamos de satisfacción porque a alguien en París, se le ocurre colaborar mínimamente con nuestra policía y sonreímos alegres cuando nuestras mercancías traspasan Francia sin problemas.

Y lo más para nuestros dirigentes, es ser recibidos en la escalinata del palacio del Eliseo y no digamos nada si nos palmotean la espalda en una reunión europea.

Y ahí están para quienes tengan memoria los años del “santuario” francés de la ETA.

Y no digamos nada cuando Michel Platini saluda, aunque sea de lejos, a nuestros dirigentes deportivos.

De Francia siempre recibimos noticias. Puede ser la llegada de los mamelucos, el advenimiento de hijos de San Luís, el boicot a nuestros camiones fruteros, la puesta en libertad de un etarra, un presidente metomentodo que amenaza a nuestros partidos y hasta políticos de segunda mano que pretenden mangonear Barcelona.

A punto hemos estado de tener un encontronazo con Josu Ternera en cualquier rue parisina, el presidente de la República se permite juzgar a una formación política española y amenaza a otro partido con medidas en su contra en las instituciones europeas y un personaje, rebotado de París, monta un conflicto con motivo del nombramiento del alcalde en Barcelona,

Mientras, no se sabe muy bien qué hace nuestra diplomacia -o por mejor decir, el gobierno responsable de nuestra política exterior- para poner en su sitio a la justicia francesa, al presidente Macron, a los responsables de la política antiterrorista y hasta a los espectadores de Roland Garros.

Malos vientos para cualquier tipo de relaciones cuando Pedro Sánchez negocia puestos en los más importantes despachos de Bruselas. Y ya se sabe que cuando Sánchez negocia, hace de nuestra capa su sayo.

 

Debe ser cosa del glamour.

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