Un gobierno por fascículos

Pedro Sánchez aplaude hacia la bancada socialista en el Congreso.
Pedro Sánchez aplaude hacia la bancada socialista en el Congreso.

Parece que a Sánchez le da vergüenza anunciar su gobierno de golpe, y lo está haciendo a base de dosis pequeñas para  que los españoles puedan digerir el disparate con más facilidad.

Es evidente que la prisa solamente existía para amarrar la investidura por lo que pudiera pasar y, a la vista de cómo empiezan a transcurrir las cosas con los separatistas catalanes y con los comunistas de Podemos, se explicaría el porqué de la prisa de Sánchez para ser investido.

Lo de la prisa para formar ese gobierno que tan necesario era para España se ha quedado en una más de sus mentiras. “Un gobierno cuanto antes”, es el mismo engaño que aquello de “elecciones cuanto antes”.

Y mentira es también lo del gobierno de coalición. Una coalición es algo mucho más coherente y con más visos de continuidad, que un par de abrazos. Supone una unión estrecha, basada en proyectos y objetivos comunes, aun contando con las normales diferencias ideológicas. Decir que la amalgama de Sánchez e Iglesias es una coalición, supone faltar a la verdad.

Parece que a Sánchez le da vergüenza anunciar su gobierno de golpe, y lo está haciendo a base de dosis pequeñas para que los españoles puedan digerir el disparate con más facilidad. Y se entienden esos reparos porque la realidad es que habrá dos gobiernos, dos consejos de ministros y hasta dos sedes distintas como referencia física del poder del ejecutivo. Unidad y coalición, más bien escasitas.

El nuevo abrazo -esta vez sin cámaras y se supone que sin emociones-  para firmar una especie de capitulaciones “matrimoniales”, para dejar a cada uno en su sitio y para trazar una línea en el colchón de los ministerios, es una buena prueba de esa falta de verdadera sintonía, si se exceptúa el ansia de poder y el odio a la derecha. Ni los mismos “conyuges” creen en un matrimonio inexistente.

Se han insultado demasiado. Han sido muchos los desprecios e innumerables los desaires entre uno y otro y además, Iglesias y Sánchez, tienen bien demostrado que son de los políticos que ni perdonan ni olvidan y ahora, intentan remendar lo irremendable con una especie de reglamento interno para conseguir una convivencia mínima.

Es muy posible que las mismas discrepancias que han obligado a la urgencia de poner bridas unos a otros, haya sido no tanto por los nombres de los nuevos ministros –incluido el trágala de la nueva vicepresidenta- sino por la distribución de competencias a cada cartera.

Hay un tufo excesivo de rapiña en los segundos y terceros escalones porque las dos formaciones perdieron muchos escaños en las últimas elecciones y la lista de enchufables es grande por ambas partes.

 

Si formar un gobierno nunca es fácil, formar dos es casi imposible. Si Sánchez tiene la sartén del poder por el mango de la investidura, Iglesias le ha “madrugado” los nombramientos de ministros.

La prisa de Sánchez era solamente para ser investido. Y es que mentir investido, es más excitante que mentir en funciones.

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