Zapatero cabalga de nuevo, a lomos de Borges, Bach y Pinochet

José Luis Rodríguez Zapatero, en una foto en La Moncloa en 2011.
José Luis Rodríguez Zapatero, en una foto en La Moncloa en 2011.

Con esa querencia que tiene por todo lo sudamericano (él sabrá por qué), brocha en una mano y bote de pintura en la otra, Zapatero se dedica a blanquear a tipos como Maduro y ahora se ha metido a blanqueador de las relaciones que Borges tuvo con Pinochet.

En los ratos que le dejan libre sus viajes “mediadores” a Venezuela, e incluso en las esperas de los aeropuertos, Zapatero se dedica a escribidor -aunque es de suponer que no con la Julia de Vargas Llosa- y se arranca por Borges sin abandonar esa cursilería, que en él parece genética, y que le llevó a aquello de la alianza de civilizaciones y ahora le conduce a Borges pasando por Bach y hasta por Pinochet. Y va y pare una cosa sobe el escritor argentino.

“El arte trasciende épocas, ideologías, historias”, dice. Y ahí, en lo sublime y lo trascendente, Zapatero hace coincidir a Borges y a Bach. Dice que se trata de una pasión desaforada fundada en la adolescencia, solo superada por Sonsoles.

Si no fuera porque desde que apareció en la vida pública su impostura es patente, diríase que Zapatero es una caja de sorpresas. Ahora se dedica a la literatura, a lo cursi (que diría Benavente) y a remover a Bach de su tumba para hermanarlo con Borges. Pues muy bien.

Con esa querencia que tiene por todo lo sudamericano (él sabrá por qué), brocha en una mano y bote de pintura en la otra, se dedica a blanquear a tipos como Maduro y ahora se ha metido a blanqueador de las relaciones que Borges tuvo con Pinochet…  a estas alturas.

Cada uno es muy libre de blanquear lo que quiera e incluso de escribir las cursiladas que le apetezcan, pero intentar meter de matute entre trascendencias, arte, historia e ideologías, que Borges mantuvo relaciones más o menos amistosas con el dictador chileno y que a lo mejor le costaron el Nobel, llevado de las reminiscencias peronistas que había sufrido en Argentina, ya es demasiado.

Con lo fácil que es admirar a Borges por su literatura, por toda su obra y por su tratamiento del idioma, no es necesario explorar jardines políticos pasados en el tiempo y olvidados entre las páginas de grandes obras de la literatura.

Pero Zapatero no puede estarse quieto ni callado y cuando el perejil no le da para la vida política, ni siquiera en su partido, se reboza en la salsa de la literatura y se dedica a blanquear unas relaciones que no fueron más allá de la anécdota y de la peripecia –si es que la hubo- de los jurados de Estocolmo.

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