Francisco Rubira

Cuidado con el informático

Hágame caso. Pase lo que pase, manténgase lejos de un informático. Cuando un informático detecta un problema en un ordenador o en cualquier otro dispositivo, lo primero que hace es formatearlo. Ocasionalmente puede proponer otras soluciones, pero todas ellas transitan por la papelera reciclaje. Si en los hospitales, en lugar de médicos, hubiera informáticos, las enfermedades cardíacas se solucionarían extirpando el corazón y volviéndolo a insertar en su lugar, las amputaciones de piernas se efectuarían de cincuenta en cincuenta, y los partos se programarían todos a las cinco de la mañana, que es cuando menos carga de tráfico soporta el servidor. Además, antes de atender a los enfermos, intentarían deshacerlos. Y en caso de tener que estudiarlos con calma, tratarían de enviárselos por correo electrónico a casa, para examinarlos tranquilamente hasta altas horas de la madrugada. Finalmente, en urgencias, de brazos cruzados, cualquier informático sería capaz de negarse a atender a un paciente agonizante al grito de “Si no es Linux, yo ahí no me atrevo a tocar nada”.

Si usted dispone de uno de esos aparatitos telefónicos que le permiten hacer todo lo que se le ocurra menos llamar por teléfono cómodamente, manténgalo alejado de cualquier clase de informático. Da igual que sea profesional o amateur, aunque los más peligrosos son los que se han hecho a sí mismos. Repito. Mantenga su teléfono alejado de ellos. Yo no lo hice y la semana pasada mi móvil fue vilmente formateado. En un suspiro, dos años de teléfonos, agendas, aplicaciones, configuraciones, fotografías y anotaciones, ascendieron al limbo de los chips sin dejar rastro.

Ahora cuando me llaman por teléfono suena una charanga ensordecedora, todos los números entrantes me resultan desconocidos, y las imágenes del día en que logré torear un tigre en el Zoo de Lisboa han pasado a mejor vida. Ahora nadie se creerá la historia. Por si fuera poco, llevo tres días llegando tarde al trabajo, porque la alarma matutina suena a la hora predeterminada por los de la fábrica de teléfonos, que debe estar situada en Jamaica, por lo menos. Esta mañana me he perdido varias veces callejeando, por no disponer de Google Maps, que también se ha esfumado. Y el bloc de notas donde tenía esbozadas las mejores ideas del año está vacío como el día que desembalé el teléfono por primera vez.

Dicen que es la configuración “por defecto”. Supongo que quieren decir que es defectuosa. Porque en la sección de imágenes, todas las fotografías de mi familia y de mis vacaciones han dejado su lugar a dos suecas con cara de catálogo de Vodafone que posan bajo la Torre Eiffel, y a unos acantilados rocosos nada españoles, en los que no he estado en mi vida. Y mis canciones de Big Soul, Elastic Band y la BSO de los Blues Brothers, han sido sustituidas sin permiso por tres cansinas melodías, de esas que te ponen a todas horas cuando llamas a tu compañía telefónica para reclamar un error en la última factura y terminas quejándote de lo inaguantables que resultan las conversaciones con su contestador automático.

-         (…)

-         No le he entendido… Indique el motivo de su llamada.

-         Digo que me gustaría saber cómo puedo hablar con una persona de carne y hueso.

-         Disculpe, pero tengo dificultades para entenderle. Por favor, diga de nuevo el motivo de su llamada.

-         El motivo de mi llamada es que es usted una estúpida máquina y no me gusta discutir con aparatos.

 

-         De acuerdo, ahora si es tan amable, vamos a comprobar si es usted el propietario del teléfono desde el que llama. Sólo necesitaremos algunos datos. ¿Podría indicarme su número de cuenta bancaria, la letra de su carné de identidad, su contraseña de correo electrónico saliente y entrante, el código PUK de su teléfono, el PIN de su tarjeta SIM, y el SIM de su tarjeta PIM, por favor…

-         Gracias, llamaré por el fijo. Buenos días.

Volviendo a mi particular tragedia, lo peor del formateado total no es haber perdido teléfonos importantes, ni haberme quedado sin la agenda de gestiones pendientes. Lo que realmente me fastidia es que se haya borrado mi colección de aplicaciones estúpidas de Android, que incluía desde un afilalápices digital hasta una calculadora específica para multiplicar cualquier número por cero. Una auténtica joya. Ahora me va a costar muchísimo conciliar el sueño sin ayuda del contador automático de ovejitas.

Lo dicho. Usted, que aún puede, si ve que se acerca un informático, eche a correr o intente ahuyentarlo. Nada espanta más a un informático que la descripción inocente de un problema tecnológico absurdo. Ponga voz casual y láncese con uno de estos tres, que son infalibles: “Me ha desaparecido la barrita del menú…”, “Windows me da un error general…” o “Cuando abro el Powerpoint se me cierra el Bloc de notas…”. Salen volando. Garantizado.

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