La generación del vértigo

Aquí “vértigo” no es miedo a las alturas, sino predisposición psicológica a dejarse seducir, obsesionar o fascinar por algo que nos aleja de nosotros mismos.

En la famosa película “Vértigo”, dirigida por Alfred Hitchcok, el actor James Stewart es un detective retirado que está aquejado de vértigo, limitación que resultará decisiva tras aceptar un nuevo caso. En los comentarios realizados sobre la película sólo se suele mencionar el vértigo como miedo a las alturas. En mi opinión también está presente el vértigo como fascinación y obsesión del protagonista ante lo desconocido y lo irreal. López Quintás explica ese segundo vértigo con un ejemplo que resumo a continuación.

Ante una persona del otro sexo que me atrae puedo adoptar dos posibles actitudes. La primera es verla como un medio para mis propios fines egoístas, rebajándola a mero recurso para obtener sensaciones placenteras. De esa manera la reduzco de persona a objeto, impidiendo el encuentro personal. La euforia inicial termina así en tristeza. Ese es el proceso del vértigo.

La segunda posible actitud es ver al otro ante todo como persona y establecer una relación respetuosa orientada a un posible “encuentro” personal. En esta última situación (“éxtasis”) siento alegría y posibilidad de desarrollo personal.

El mismo autor enumera y describe 27 tipos de vértigo o fascinación. Una de ellas es “el vértigo de la entrega al poder arrollador de los diversos instintos”. Se refiere a quien se deja arrastrar por la pulsión de una fuerza instintiva creyendo (erróneamente) que se está autoafirmando en su ser personal. Ese camino le lleva a la alienación. La sumisión al instinto se manifiesta en dos formas de consumismo: de alcohol y de droga.

Pienso que el actual modo de vida de los adolescentes y jóvenes que optan por el vértigo se corresponde con el viejo carpe diem, el lema de origen latino acuñado por el poeta Horacio. La frase completa es la siguiente: «carpe diem quam minimun crédula postero» (Aprovecha cada día, no te fíes del mañana).

Ese lema invita a aprovechar el tiempo, a no malgastarlo. Se trata, en principio, de una propuesta positiva que apela a la laboriosidad y a la responsabilidad. Sin embargo, a lo largo de la historia fue interpretado como una invitación a un modo de vida hedonista y narcisista: disfruta en el tiempo presente de todos los placeres sensibles, sin pensar en el futuro, que es imprevisible. Es la conducta juvenil que Polaino definió como instantaneismo hedonista».

Se trata de una forma irreflexiva, impaciente, egoísta e irresponsable de vivir. Lamentablemente, algunos adolescentes y jóvenes de hoy la están siguiendo. Para ellos significa estar “liberados” de “prejuicios morales” con objeto de vivir de forma «natural». Confunden la libertad con el libertinaje, la norma moral con la represión y lo natural con lo instintivo. Esto último ya le había sucedido a Freud.

El prólogo de Vicente Verdú a la novela de Douglas Coupland Generación X, (1993) sitúa perfectamente el tema. Coupland describe a un amplio sector de la adolescencia y juventud actual como un gran aglomerado de personas conformistas, pasivas y abúlicas, que son una incógnita; por eso habla de “la generación X”. «Los X carecen de furor reivindicativo. No se han gestado como rebeldes, sino como residuos. No se sienten solidarios, sino individuos. No constituyen un movimiento; se encuentran, en su mayoría, parados».

 

La conocida novela biográfica de José Ángel Mañas Historias del Kronen,(1994) refuerza la tesis de Coupland. El titulo se refiere al lugar donde un grupo de adolescentes quedan para salir por la noche, el bar Kronen de Madrid. Partiendo de este lugar recorren la ciudad de bar en bar. Se mueven en un mundo marginal caracterizado por las drogas, el sexo, las copas y los conciertos de rock.

En mi opinión muchos de estos jóvenes padecen un vacío de valores que no supieron llenar en su momento las familias y las escuelas. No se reconocen a sí mismos como generación que debe transmitir un mensaje a la generación siguiente.

Hay que decir en su descargo que viven en “La era del vacío” (Lipovetsky, 2014), un tiempo de apatía, indiferencia y deserción. Los ocios excesivamente permisivos suelen estar vinculados a una subcultura caracterizada por el síndrome narcisista: una exagerada atención a todo lo relacionado con el cuerpo, la salud y el sexo, con olvido de la vida del espíritu. Esta actitud no es exclusiva de los adolescentes. Hay un viejo libro con este título: “¿Educación de los hijos? Educación de los padres”.

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