Un nuevo golpe de realidad para la UE

Banderas británicas y de la Unión Europea ondeando juntas en Londres.
Banderas británicas y de la Unión Europea ondeando juntas en Londres.

En lo que llevamos de siglo, la Unión Europea ha recibido numerosos reveses geopolíticos de su gran aliado, los Estados Unidos de América. Solo en este mes de septiembre ya lleva dos, Afganistán y AUKUS. El último de ellos es uno de los mensajes más claros que se han podido interceptar a lo largo la historia contemporánea. La gran pregunta que surge es, ¿lo habrá bien recibido su receptor?

El acuerdo de defensa y seguridad AUKUS, ha sido un golpe duro y certero para las pretensiones europeas, que cada vez se alejan más de la carrera mundial. Pero, muchas veces se necesita un buen impacto para despertar y la UE va a empezar a hacerlo. Cada vez está más claro que Estados Unidos no tiene aliados, a excepción de sus compatriotas anglosajones, sino vasallos.

Este nuevo acuerdo entre Australia, Reino Unido y EE. UU., cambiará por completo las relaciones con Europa y China. Una alianza que hace resurgir al poderoso imperio naval británico, con todo lo que ello conlleva, como una acelerada carrera armamentística en el indo-Pacífico. La traición de Australia a Francia con la cancelación del acuerdo naval, por la venta de submarinos, por valor de 31.000 millones de euros, cuyo contrato se lo ha llevado finalmente Estados Unidos, muestra con claridad la estrategia que se llevará a cabo las próximas décadas.

Pero esta maniobra lleva tiempo planeándose en el ala oeste de la Casa Blanca. El brexit fue un claro ejemplo de ello y Estados Unidos fue el principal patrocinador de esa campaña. Si Reino Unido quería seguir siendo un aliado incondicional de EE. UU., sabía que no lo podía hacer si seguía siendo miembro de la UE. Australia, acaba de demostrar que sus intereses, pero, lo que es más importante, sus valores personales, pasan primero por los de Estados Unidos, al dar la espalda a Francia de esta manera. Y EE. UU., con su decisión unilateral de la retirada de las tropas de Afganistán y su secretismo, estos meses precedentes, hacia el resto de los países europeos con presencia en el país asiático, ha sido otra pieza clave para entender una cosa: la desglobalización da sus primeros pasos.

La era del regionalismo comienza, después de que la globalización haya llegado a su punto máximo. No vamos a ver una mayor globalización de la que hemos visto hasta ahora. Es por ello, que la UE debe ver su no participación en el acuerdo de seguridad del indo-Pacífico como una victoria y liberación y es por esto, por lo que organizaciones, como la OTAN, cada vez, carecen de menos sentido y que una autonomía estratégica europea es de vital importancia. Europa ha sido la cuna y centro del mundo occidental durante siglos. Esclarecer bien los objetivos regionales y aumentar la solidaridad entre los países miembros deben ser los primeros apuntes en la agenda de Josep Borrell.

Joe Biden ha demostrado que la política exterior estadounidense no se rige por ideologías republicanas o demócratas. Muchas fueron las críticas que recibió Donald Trump en su gestión hacia la política europea, pero parece que su sustituto demócrata ha superado con creces la agenda de su antecesor y los siguientes en sentarse en el despacho oval seguirán la misma táctica. Biden, “el pacificador”, parece haber sorprendido a muchos partidos y líderes políticos europeos que creían esperar ver una luz de esperanza después de la administración Trump. En mi opinión, esa luz es incluso más oscura que la anterior.

La realpolitik nunca había estado más viva y había adquirido tanta fuerza como hasta ahora y esta corriente es una de las grandes culpables de que el mundo actual se encuentre en una Guerra Fría infinita. Cada estado vela por sus propios intereses de manera pragmática, Australia lo acaba de evidenciar. Es una constante lucha entre potencias para ganar más poder, aunque la otra parte salga del todo desfavorecida. Un mundo de prácticas y políticas realistas, calcado de los postulados maquiavélicos.

La búsqueda activa por aumentar el poder de ciertos estados, que solo lleva a la retroalimentación del conflicto, es lo que hace de este mundo un lugar cada vez más inseguro, desigual e híbrido. A lo que se suma la creciente influencia de las grandes corporaciones que actúan, en algunos casos como diplomáticos, y otras como soldados, de sus respectivos estados bandera para establecer sus objetivos.

Y con el regionalismo, esta realpolitik o power politics solo incrementará su rango de acción e influencia. Cada región querrá ver aumentar su poder, con ayuda de sus regiones satélite, ante el alza de otros poderes, en vez de intentar cooperar y crear normas comunes que eviten el colapso mundial. Y es una de las principales razones por las que las Naciones Unidas no funcionan y se han convertido en una mera obra de teatro, porque no es compatible con la actual corriente de pensamiento y orden mundial.

 

Pero a Estados Unidos le puede salir caro no depender de la Unión Europea, ya que su cercanía geográfica con la que será la región clave de la segunda mitad de siglo, África Subsahariana, y la pretensión de China de crear un continente Euroasiático unido por el comercio, puede derivar en un sistema bipolar dirigido por China en el extremo oriental y por la Unión Europea del lado occidental. Pero para ello, la UE debe cortar su cordón umbilical con EE. UU., terminar el inacabado proyecto europeo y comenzar a actuar de manera unida en lo referente a la política exterior.

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