Un infiltrado fatal

Manifestación de la izquierda radical independentista en Barcelona.
Manifestación de la izquierda radical independentista en Barcelona.

Ha habido cierto revuelo en Barcelona por el caso del policía nacional infiltrado en movimientos anticapitalistas y libertarios de la izquierda independentista. Para recabar información, entre 2020 y 2022 participó de modo habitual en actos y protestas de estos grupos, que le reconocían como uno de los suyos. Pero lo que más ha indignado es que intimara con una decena de mujeres de estos colectivos, con las que llegó a mantener relaciones afectivas y sexuales. Cinco de ellas han presentado una demanda judicial contra el policía por delitos de abusos sexuales continuados, violencia sexual institucionalizada, revelación de secretos y varios desmanes más.

Se comprende el enfado de estas mujeres que se encuentran durmiendo con el enemigo. Pero la verdad es que hasta que no se hizo pública esta historia no se habían dado cuenta de que eran víctimas de tantos abusos.  Porque de lo que se quejan no es del trato recibido, sino de que el interesado escondía su verdadera personalidad y sus propósitos. Pero deberían recordar que en el espionaje la postura de Mata Hari forma parte de las reglas del juego, y que, ahora que uno puede cambiar de género a voluntad, no es extraño que también un hombre recurra a esas artes.

Ahora dicen que las relaciones no fueron  “libres e informadas”, ya que si hubieran sabido que era agente de policía no hubieran accedido. Habría que ver quién dio el primer paso. Pero un rechazo motivado por la condición de policía nacional sería un caso flagrante de discriminación por orientación política, lo más contrario al espíritu inclusivo que piden los tiempos. 

Ni con la ley del “solo sí es sí” en la mano se podría condenar a un hombre que ha logrado conquistar a diez mujeres con su encanto personal y su compañía sociopolítica, sin ningún tipo de intimidación. El que ellas digan ahora que solo dijeron sí porque creían que era de sus mismas ideas políticas, no cambia el valor de su sí ni lo hayan podido disfrutar en su momento. 

Más bien, se escudan en la ideología libertaria e independista como si fuera una especie de burundanga que el policía hubiera echado en su vaso para anular su voluntad. Solo el hecho de que el policía hubiera asumido ante ellas esa ideología justificaría su consentimiento sumiso. Una vez sabido que se trataba de un policía nacional, la burundanga perdería su efecto y se les abrirían los ojos.

Ciertamente, en el caso del matrimonio, el Código Civil (art. 73,4) prevé como causa de nulidad “el error en aquellas cualidades de la persona que, por su entidad,  hubieran sido determinantes de la prestación del consentimiento”. Pero esto se refiere al matrimonio, no al vagabundeo sexual. Así que no tiene mucho sentido que estas mujeres se presenten ahora como doncellas burladas por promesas falsas de vínculo político. Ser antisistema  tiene sus riesgos.

Tampoco los tribunales tienen mucho que decir sobre la sinceridad de los sentimientos que motivan las relaciones sexuales. Eso pertenece a la esfera privada y, sin duda, es fuente de muchos equívocos. La consejera de Igualdad y Feminismos de la Generalitat, Tània Verge, asegura que “utilizar las relaciones sexoafectivas con la finalidad del espionaje de Estado es violencia institucional”. Pero, ahora que tanto se denuncia el lenguaje del odio contra las minorías, ¿podemos tachar de violento a quien recurre al lenguaje del amor?

Por su parte, el diputado Jaume Asens, del grupo En Comú Podem, pide que Interior explique quien autorizó al agente infiltrado “a mantener relaciones íntimas o sexuales con las personas del grupo investigado”. Como si hubiera que pedir autorización superior para acostarse con alguien. Un diputado que ha aprobado la ley del “solo sí es sí” debería creerse que basta la libre iniciativa y la mutua autorización.

No parece que el asunto tenga mucho recorrido judicial. Pero las mujeres de estos colectivos antisistema deberían estar en guardia, también cuando el patriarcado se presenta con tatuajes, pendientes, camiseta con simbología anticapitalista y peinado en cresta.

 
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