París en otoño (II)

‘París, la ciudad del lujo’ me parece una publicidad bastante mejor y más real que los manidos términos de la luz o del amor. Además, se ahorrarían muchos turistas.

Como uno de los mayores lujos son los hoteles, es posible creer que sólo los mejores merecen la pena. Bien, esto es cierto. Pero al igual que ocurre con el champagne, pueden encontrarse hoteles buenos a buen precio para esas gentes a las que, sin un gran presupuesto, les interesa París más que a los neo millonarios de billete morado a modo de pañuelo.

He aquí una pequeña relación de alojamientos poco conocidos que, si bien no son siempre baratos, resultan interesantes por calidad, situación y originalidad.

Comenzando por arriba, L’Hôtel (13, rue des Beaux-Arts, VIème) mantiene el encanto infinito propio del lugar donde murió Oscar Wilde. Pese a que el genio expiró tras hacer cambiar el papel de las paredes, L’Hôtel es una de las más originales decoraciones de la ciudad. Perdón por la nostalgia.

El continente es una casa que aparenta ser de pisos, muy parisina y discreta. Poca gente lo apercibe al pasar y nadie curiosea entre de las gruesas cortinas.

El bar, delicia máxima y vehemente recomendación, es para acompañarse en femenino. El restorán, estrellado por Michelin, en Agosto da permiso a su chef y ofrece una carta de estilo bistrot a precios que hacen obligatoria la visita.

En cuanto a lo propio, ofrece sólo 20 habitaciones, distintas y dobles todas ellas. Dispone también de una pequeña piscina subterránea de estilo morisco y un baño turco. Los precios oscilan entre los 250€ y los 500€.

Paseando por Le Marais uno se para de pronto, maravillado. Parece un anticuario, una almoneda decorada por una señora austriaca. Pero es un hotel. El Caron de Beaumarchais (12, rue Vieille du Temple, IVème) no tiene bar, ni siquiera cafetería donde ofrecer al paseante una merienda de porcelana. Sí ofrece el desayuno en la habitación, lo que no deja de ser otro aliciente para hospedarse varios días.

Es una grandiosa miniatura con el escaparate demasiado grande. Escaparate que supone, para los críticos y para quienes ante él se detienen, su mejor publicidad. Dista quince o veintes cafés de la place des Vosges, una esquina de la rue de Rivoli y apenas tres pasos de cebra y un puente de la Isla de San Luis. Tiene 19 habitaciones dobles pero de diferente tamaño y un encanto de mobiliario y documentos antiguos por el que podrían cobrar cómodas fortunas. Los precios están entre 145€ y 185€ la noche.

 

El más céntrico –geográficamente hablando— de los hoteles que voy a proponer está flanqueado por el final del boulevard Saint-Germain y los museos de Orsay y de la Legión de Honor. El Hôtel d’Orsay (93, rue de Lille, VIIème) tiene con toda probabilidad la mejor relación calidad precio de París. Ligeramente más barato que el Caron de Beaumarchais, está lejos de su lujo de cuarto de muñecas pero tiene la cuidada decoración que han olvidado tantos tres estrellas sin personalidad, amén de una ubicación difícil de mejorar salvo amante al otro lado del río.

Se trata, de nuevo, de una casa de pisos dieciochesca en la zona que Barbey d’Aurevilly –y tantos de mis contemporáneos— consideran la mejor de París. Reparte 41 cuartos dobles entre habitaciones y pequeñas suites que no merecen la pena. La decoración es más bien a la inglesa y la clientela discreta, gracias en parte a lo poco conocido del lugar. El precio de la noche, desayuno incluido, está en 125€ para las habitaciones sencillas, si bien hay ofertas de temporada, por reserva anticipada o número de noches.

Otros hoteles de la misma cadena, L’Ésprit de France, son también opciones interesantes. Al otro lado de las Tullerías, junto al Meurice, se encuentra el Hôtel Brighton (218, rue de Rivoli, 1er). De precio algo superior a su hermano de la orilla izquierda, es también mejor en calidad y la situación no es menos magnífica.

En pleno Saint-Germain des Près está, escondido, el Hôtel de Saintes-Pères (65, rue des Saintes-Pères, VIème). El lugar, además de un buen alojamiento con precios situados entre el nivel de sus dos hermanos, es remarcable por una habitación en concreto: la chambre à la fresque.

Es ésta, como se supone, la más grande, pero la gracia reside en que es la única –junto con la escalera— conservada tal y como se construyó en el siglo XVII. Lo que en tiempos fue el salón de baile de la residencia de Daniel Gittard, arquitecto del Rey Sol, es ahora una gran habitación cuyo cuarto de baño no es estancia aparte.

Sobre el gran dormitorio, un fresco de figuras alegóricas enmarcado en molduras doradas ocupa todo el techo. Abajo, un parquet de época hace eco a los pasos. El cuarto de baño, integrado en la estancia para no disminuir su grandeza, tiene baño victoriano. Su precio es de 315€, y pese a lo corriente del resto del hotel merece la pena tanto como el Caron de Beaumarchais.

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