París en otoño (I)

De primero, dos museos escondidos y, para gozo de los parisinos, casi olvidados. De esos que tanta categoría dan a sus ciudades y tanto gozo a sus visitantes. El Carnavalet (23, rue de Sevigné, IIIème), museo de la historia de París, alberga maravillas pictóricas y mobiliarias en un palacete en pleno Le Marais, a dos pasos de la Place des Vosges. La entrada es gratuita.

Comienza con planos y maquetas del París medieval y su crecimiento, y destaca más tarde por su colección de muebles y objetos de la Revolución Francesa: muebles entre Luis XVI y Directorio con decoración revolucionaria, bustos, objetos personales y vestigios pétreos de la prisión de la Bastilla.

El Primer Imperio está representado por retratos, algunos uniformes y documentos. De toda la colección, resaltan como joyas de obligada contemplación un retrato de Théophile Gautier por Chatillon y otro de Madame Récamier por el Barón Gérard. No es sólo la pintura. Retratos así no se podrían haber hecho con otros modelos.

Por otro lado, el Museo Jacquemart-André (158, boulevard Haussmann, VIIIème) expone una variada colección permanente y otra rotatoria en un bello palacete del XIX que sobrevive resignado entre monstruosas construcciones. Buena pintura francesa, mármoles y habitaciones privadas decoradas como en su tiempo forman lo básico de la colección.

En el apartado de glorias, un fresco del Tiépolo sobre un jardín de invierno y un museo italiano con pintura medieval y una sillería original de madera tallada rescatada en uno de los frecuentes viajes del matrimonio André-Jacquemart. Como apunte romántico para amantes de la pintura y norteamericanas de cultura media, un soberbio retrato de Edouard André –a la sazón señor de la casa— pintado por la que más tarde se convertiría en su mujer e inseparable compañera de viaje y compras, Nélie Jacquemart. Parece que, como ahora en los rodajes, nació el amor mientras posaba.

Fuera de la ciudad, dejando a un lado el vacío y populoso Palacio de Versalles, existen otros lugares de visita breve y sumamente interesante. A muy pocos kilómetros al sur de París se encuentra el Château de Sceaux, un bellísimo palacete de estilo Luis XIII mandado construir a mediados del siglo XIX por el Duque de Trévise.

Su interior alberga el Museo de la Isla de Francia, título que no implica mayor emoción que la gratuidad de la entrada. La colección no es remarcable, si bien expone buen paisajismo al óleo del siglo XIX y, eso sí, unos pocos pero magníficos muebles en los que nadie repara.

La gran estrella de la visita es el llamado Parc de Sceaux, apropiada denominación para lo que parece más una finca bien cuidada que un jardín. Ello obliga a tener en cuenta el clima, pues si bien el invierno no afea el campo, la lluvia arruina el paseo. Cabe destacar también la masiva afluencia de gentes locales paseadas por sus perros, y el hecho de que en su bar, al aire libre, no se venda alcohol.

 
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