Abascal entre la espada y la pared

Santiago Abascal, presidente de Vox.
Santiago Abascal, presidente de Vox.

El líder de Vox, Santiago Abascal, ha afirmado que, si tiene que elegir entre la espada y la pared, elegirá la espada, con todas sus consecuencias. No hay duda de que en su vida Abascal ha mostrado valentía, aunque podría haber medido sus palabras al PP de que son la "derechita cobarde", ya que la valentía no es patrimonio de nadie, y en el PP ha habido líderes de todo tipo.

Sale al paso el líder de Vox de las negociaciones para gobernar tras el 26-M, en diversas comunidades autónomas y muchos municipios importantes, con Madrid a la cabeza, y ante la insistencia de Ciudadanos de que no se sentará a negociar con Vox.

En los tira-afloja de todos los partidos en estos días hay mucho en juego, para el presente y también para el medio plazo, porque los electores pueden cambiar su voto en próximos comicios en función de los pactos actuales, valorando la coherencia y la utilidad de su partido. La irrelevancia de Vox pasaría una factura muy considerable a este partido.

Abascal esperaba obtener mejores resultados. Ha de tener en cuenta su realidad actual, no lo que él y Vox hubieran deseado en las urnas.

Rosa Díez escribió el lunes un ‘tuit’ interesante: “El PSOE blanquea a Podemos y C´s ensucia a Vox. Y Sánchez se frota las manos”. Así se presenta el panorama político español en estos momentos, en el que están en el alero multitud de pactos de gobierno, con Ciudadanos casi siempre en el fiel de la balanza.

El partido de Albert Rivera ya ha dicho que su socio preferente es el PP, sólo “excepcionalmente” el PSOE, y que no se sentará a negociar con Vox, porque sólo se niega a sentarse con populistas y separatistas, y engloba dentro del populismo – a dosis equivalentes en la práctica – a Podemos y Vox.

Cierto que Vox ha cometido errores, y está rectificando, tanto de fondo - ya no plantea suprimir las comunidades autónomas - como en la forma, porque muchos aspectos de su programa no ha sabido explicarlos con habilidad, para converger con PP y Ciudadanos, o tal vez por querer desmarcarse de ambos ha tensionado en exceso los pactos que se avecinan.

La pregunta que suele ser clave para muchos acontecimientos o decisiones es bastante simple: ¿a quién le interesa ensuciar a Vox, usando el verbo que utiliza Rosa Díez? Sin lugar a dudas, al PSOE, con una campaña sistemática que está llevando a cabo milimétricamente desde hace meses, exagerando y deformando con no poca frecuencia la ideología del partido de Santiago Abascal.

Pedro Sánchez pretende captar a Ciudadanos –que se deja querer por los socialistas -, y el mejor modo es que, desde amplios sectores de la opinión pública – interesante comprobar quiénes son los corifeos de Sánchez -, se quiera arrinconar a Vox, utilizando calificativos que yo no comparto, como “anticonstitucional”, “ultraderecha”, “antifeminista”, y otras lindezas. El penúltimo ejemplo: Joaquín Leguina pedía el martes, razonando dicha petición, a Ciudadanos que pacte con el PSOE.

 

Ciudadanos no quiere negociar pactos con Vox, le parece un partido apestado. En el fondo, Rivera piensa que lo que haga ahora hipoteca a Ciudadanos, y el estigma de haber pactado con Vox no lo quiere.

Caso distinto es el PP, consciente de que Vox se ha nutrido de votos que antes iban al PP. Intentará recuperar votos, sabiendo que ahí tiene un nicho natural de votantes para el futuro.

Pero en política hay soluciones para casi todo: simplemente, sucederá lo que sucedió en Andalucía, que el PP sí negociará con Vox y con Ciudadanos, por separado, y así Rivera evita la foto y la etiqueta.

Sin embargo, Abascal exige entrar en los gobiernos, o al menos que no se le ningunee en las negociaciones, por una razón muy sencilla: si sus votantes ven que no cuaja en puestos de gobierno o peso político real el voto en las urnas, se irán a otro partido en próximos comicios. A esto hay que añadir que los votantes de Vox no entenderían que, por esa exigencia de Abascal, el gobierno de varias comunidades autónomas y ciudades muy importantes queden en manos de la izquierda, y le pasarían factura.

A Abascal no le queda otro remedio que llegar a acuerdos con PP y Ciudadanos, en condiciones lo más dignas posibles, por el sentir de las urnas y el propio futuro de Vox. Suena muy romántico lo de que elegirá la espada antes que la pared, pero acabará aceptando la pared.

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