Alfonso Guerra sobre Cataluña

Que el ex vicepresidente Guerra ahora diga que el independentismo catalán se ha fraguado durante 40 años, con “rufianes” en los colegios y una TV3 sectaria, como repartiendo responsabilidades de la crisis separatista a casi todos – incluido a Pedro Sánchez -, me recuerda que él estuvo en el Gobierno muchos años, y no recuerdo que esas críticas las hiciera entonces ni hiciera nada por evitar esos males en la educación catalana y en la televisión autonómica catalana.

De la educación en Cataluña ya he escrito en otras ocasiones. Coincido con Guerra, pero él no puede desmarcarse. La educación en Cataluña ha sido vehículo de transmisión de una ideología basada en una tergiversación de la historia, que ha influido muy decisivamente en dos generaciones. Lo denunciaron muchos profesores, muchos padres, pero la Generalitat de Cataluña nuna se mostró dispuesta a dialogar ni cambiar lo que se estaba imponiendo. Y Madrid, con el PSOE en el poder de 1982 a 1996, dejó hacer, como antes la UCD, y luego el PP, y por supuesto de nuevo Zapatero en el poder.

Ahora que se prodigan los análisis de cómo hemos podido llegar a esta situación crítica, de lágrimas y dolor por el independentismo catalán, pueden ser útiles en la medida que sirvan para poner remedio, tanto en Cataluña como en otras comunidades autónomas, no sea que dentro de unos años la situación en la Comunidad Valenciana – por poner un ejemplo – nos muestre un pancatalanismo ahora impensable, pero para el que el tripartito valenciano está poniendo los mimbres con especial esmero.

Expuesta mi indignación con Alfonso Guerra, he de reconocer que coincido con él en que el PSOE debe olvidarse de reprobar al Gobierno y poner en el punto de mira a los “golpistas”, que son los máximos responsables de la situación actual. Y no hablar de “diálogo”, porque con un golpista no se dialoga, se repone el Estado de Derecho, que es lo que ha hecho la Audiencia Nacional al llamar a declarar a Puigdemont y los líderes de ANC y Òmnium Cultural por sedición.

Para nuestra memoria quedó el 23-F, y esperemos que quede en la memoria este otro golpe de 2017 perpetrado en Cataluña, vistiéndolo de democrático cuando se ha hecho un referéndum bananero, defraudando, insultando y violentando a cuantos se oponen, también hoy, a la independencia.

Estamos asistiendo al intento de dictadura del nacionalismo-populismo catalán, que ha crecido ante la mala gestión de los gobiernos catalanes, la pasividad de Moncloa y la reacción tibia de los catalanes que no son independentistas, que son la mayoría.

Toca restaurar el orden constitucional, como dijo el Rey en su mensaje del martes. Y luego ser valientes para restaurar otros órdenes, como el educativo. Lo malo es que los políticos sólo piensan en lo inmediato, y ha de ser la sociedad civil quien protagonice esta restauración, esté quien esté en Moncloa. Tal vez la solución pase por centralizar la Educación, para evitar locuras en ciertas autonomías.

 
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