Arde la enseñanza concertada en tierras valencianas

Las redes sociales bullen ante estas declaraciones, que son algo más que un aviso de intenciones, y ya anuncian manifestaciones y concentraciones a favor de la libertad de enseñanza.

El fuego está muy presente en la cultura valenciana. Basta recordar las Fallas de elValencia o las Hogueras de Alicante, o recordar el “patinazo” de Joan-Ignasi Pla, cuando era secretario general de los socialistas valencianos, que se dirigió a las fiestas de Castellón – con las Gaiatas como elemento central, que se encienden, pero no se queman – afirmando que acudía a la “quema” de las Gaiatas. Hasta en los lapsus está presente el fuego.

El valenciano es apasionado, fogoso, retratado en el aforismo “pensat y fet”. El conseller Marzà no parece, sin embargo, haberse movido por la improvisación, porque es un fiel reflejo de lo que en la campaña electoral anunció Compromís, formación política a la que pertenece: enseñanza pública y reducir la enseñanza concertada a lo imprescindible, a lo que no llegue la enseñanza pública. Quiere condenar a las familias modestas a no llevar a sus hijos a centros concertados, sino a los públicos, y que sólo los muy pudientes puedan llevar a sus hijos a centros privados no concertados.

15.000 profesionales están más en vilo que nunca, así como 220.000 alumnos y familias. En vilo e indignados, porque lo que es un derecho a la libertad de enseñanza se presenta reiteradamente como “privilegio”. Los centros concertados cumplen un servicio público como los públicos. Cada plaza en la enseñanza concertada cuesta la mitad que en un centro público, por lo que supone un ahorro a la administración, y hasta una injusticia, ya que los padres que llevan a sus hijos a centros concertados pagan sus impuestos y además los gastos de escolarización que la administración no incluye en los conciertos, como es el caso del transporte.

Marzà ha dicho que la concertada ha de ser complementaria, allí donde no lleguen las plazas en centros públicos. Bien sabe que hay muchas plazas libres en centros públicos, y muy pocas en los concertados. En vez de analizar las causas por las que los padres prefieren la enseñanza concertada, Marzà prefiere el control en vez de la libertad. Aunque el conseller ha reconocido que le da tiempo a cambiar la situación para el curso que empieza dentro de unas semanas, lo hará a partir de ahora, centro por centro.

Sorprende que Marzà afirme, a la vez, que abrirá un debate social sobre la cuestión, cuando ya fija un criterio que choca con la legalidad vigente. Un debate con sectarismo ideológico no es un debate, es una venta demagógica, un engaño.

Una Federación de centros concertados ya ha anunciado que, si es preciso, acudirá a los tribunales. Se sienten provocados por la expresión “barra libre” y no van a permanecer pasivos ante el intento de asfixia de la enseñanza concertada, aunque el conseller se haya pronunciado en período vacacional.

 
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