Esperando a Puigdemont

Todo el mundo estaba a la espera el martes. El retraso de su intervención nos llevaba a estar pendientes de diarios digitales, radio, televisión y mensajes que nos llegan en estos días como un auténtico bombardeo a través del whatsapp.

Una vez que intervino el presidente Puigdemont – todavía presidente -, unos y otros preguntando si había declarado la independencia de Cataluña o no en su comparecencia. Eso de asumir el referéndum del 1-O y, a la vez, suspender su entrada en vigor no cuadraba.

Cogí el coche, momento ideal para escuchar la radio. En Onda Cero ya lo tenían muy claro. Uno de los contertulios habló del Grupo Planeta, diciendo que tiene “cierta relación” con esa emisora, a lo que otro contertulio contestó que eso de “cierta”…, pues es el propietario de la emisora, claro. Y dieron el dato de que el Grupo Planeta había supeditado el traslado de su sede fuera de Cataluña si se declaraba la independencia, y esa tarde había tomado la decisión: Planeta tenía muy claro que la había declarado.

En esas estaba, cuando paro el coche. Veo algunos mensajes y whatsapp, y en uno de ellos aparece Puigdemont como un bebé boca abajo con los pañales ensuciados por la caca. Puigdemont ofrecía esa impresión: dar algo de marcha atrás, trasladar a Rajoy el problema de la suspensión, ofrecer diálogo para concretar la independencia, en plazo y contenido. Inaceptable.

El requerimiento a Puigdemont ha sido el inicio de la puesta en práctica del famoso artículo 155. Y estamos a la espera. Pero los bancos y empresas tienen su diagnóstico de la situación y siguen trasladando su sede social fuera de Cataluña.

La pasada semana tuvo tres momentos decisivos: la intervención del Rey el martes, el jueves la decisión del Banco Sabadell de trasladar la sede fuera de Cataluña –la primera importante -, y la manifestación histórica a favor de la unidad de España en Barcelona el domingo 8.

El Rey intervino de un modo que preparaba, como era de esperar, la defensa de la ley y del Estado de Derecho, sancionando la decisión de activar el artículo 155 que se adoptó en el Consejo de Ministros de ayer, sin que lo dijera explícitamente. Era su particular 23-F, que su padre vivió.

Como suele suceder, muchos afirmaron la tarde-noche de este martes que lo que hizo Puigdemont era lo que esperaban. Yo, de los insensatos, no espero con excesiva precisión, porque son imprevisibles. A costa de los radicales de la CUP, que esperaban una declaración solemne de independencia y posterior celebración, Puigdemont sigue con su juego de ajedrez. ¿Qué llamadas recibiría Puigdemont la tarde del martes, antes de la comparecencia? Queda para la curiosidad, pero seguro que las voces económicas fueron abundantes.

Y en la actual espera yo no espero cambios en Puigdemont. Sabe que tiene la partida perdida, pero alimentará el independentismo, pese al artículo 155, con medios legales y callejeros. Pero ha de tener mucho cuidado, porque el domingo 8 de octubre la calle fue tomada por no-independentistas, que están hartos ante la gravedad de la situación.

 

Nos esperan tiempos tensos, porque los independentistas no cejarán. Tienen su agenda. Rajoy también tiene la suya y, aunque de múltiples focos le llegaba la prisa por activar el artículo 155, a mí me parece que ha acertado en el momento, aunque desquicie a muchos.

PSOE y Ciudadanos han apoyado la decisión de Rajoy. Pedro Sánchez ha querido dejar su sello: apoyar el artículo 155 a cambio de un cambio en la Constitución. Por su parte, el líder de Ciudadanos ha avisado: no reformas en la Constitución que contenten al independentismo, bajo el ropaje de solucionar que Cataluña siga en España.

Puigdemont dice que tiene dos mediadores preparados. No son momentos de mediadores, sino de hacer efectivo el Estado de Derecho. Y que quede claro: Puigdemont nunca ha buscado el apoyo democrático de los catalanes, los ha dividido haciendo tediosa la convivencia cotidiana, sólo ha buscado imponer la secesión.

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