“Una Fiscal contra el Supremo”

La Fiscal apuesta por suprimir todos los colegios, tanto públicos como concertados y privados, para “educar en igualdad”, preguntándose: “¿cómo va a educar en igualdad un colegio que segrega a los niños de las niñas? Esto es prácticamente imposible”.

Gisbert puede tener, lógicamente, su opinión personal, como todo el mundo, aunque sería deseable que el respeto a la libertad, el rigor educativo y, en su caso, la responsabilidad jurídica que debe presidir su tarea, presidan este asunto. A veces, como ocurre en este caso, la propia opinión atenta contra un derecho.

El Tribunal Supremo ha dictado varias sentencias sobre la educación diferenciada, que Gisbert debe conocer bien y respetar. En una de ellas, el Supremo afirma que no se cuestiona, en absoluto, el derecho a una educación diferenciada; en dos sentencias recientes, el Supremo ha ratificado la supresión del concierto económico a colegios privados con educación diferenciada basándose en la actual ley educativa socialista; otras veces, el Supremo ha reconocido el derecho de los colegios con educación diferenciada al concierto.

Pero hay que observar que el Supremo jamás ha afirmado ni insinuado, sino todo lo contrario, que la educación diferenciada deba ser suprimida. Sólo se ha pronunciado sobre el hecho de que tengan concierto económico, unas veces a favor según la legislación vigente, y recientemente en dos ocasiones en contra ateniéndose a la vigente ley socialista. Junto con el Tribunal Supremo, hay pedagogos que avalan las ventajas de la educación diferenciada, y miles de familias la quieren para sus hijos, también por los resultados que comprueban.

Gisbert no se atreve a criticar a todos los países –Estados Unidos, Gran Bretaña, etc- que tienen colegios de educación diferenciada, públicos y privados. Pero si Gisbert es coherente ahora debería emprender una “cruzada” ideológica mundial, pero mejor que no lo haga para no desprestigiar nuestros órganos judiciales, que alguna medida deben tomar para que Gisbert sea una juez competente y respetuosa.

Hay que respetar a quienes desean una educación mixta para sus hijos, pero también a quienes prefieren la educación diferenciada, que en absoluto piensan que “segregue”. Y Gisbert también debe sopesar el insulto que suponen sus declaraciones a los profesores y otros profesionales que trabajan en los centros educativos de educación diferenciada, que tal vez podrían dar jugosas lecciones a Gisbert sobre cómo formar en la igualdad a niñas y niños.

 
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