Inmigrantes en el pádel

            Probablemente como aficionado que soy al pádel, me ha impresionado más la imagen de un grupo de inmigrantes  “alojados” en una pista de padel tras haber saltado la valla de Melilla. El drama de la inmigración ilegal fundido en una instalación de deporte y ocio ofrece un contraste más. Ocio civilizado frente a ignominia y desastre humanitario.

            Desde luego, para los inmigrantes un alojamiento como es una pista de pádel mejora sustancialmente sus condiciones de vida, con una superficie algo mullida y agua y duchas en un lugar próximo, circunstancias que desgraciadamente muchos de ellos no conocen o superan lo que les ha tocado vivir. Están seguros, con higiene garantizada y con la esperanza de lograr la libertad, como gritan en las vallas melillenses.

            Para nosotros, verlos en el pádel constituye un revulsivo ante muchas situaciones que, por repetirse una y otra vez, no dejan de ser injustas, inhumanas, y que apelan a la conciencia de todos. Precisamente en unos días en que muchos españoles disfrutan de vacaciones, proliferan los viajes por España y al extranjero, gastan en turismo lo que otros han de abonar a las mafias para llegar al otro lado de la valla,  empeñando todo lo que tienen – y lo que no tienen- con grave riesgo para su vida.

            Está habiendo una oleada de pateras y de inmigrantes saltando la valla. Estos hechos nos generan compasión, porque difícilmente dejan indiferente a  una persona con un mínimo de corazón y sentimientos nobles. Mi temor es que nos quedemos en una conmiseración ineficaz, porque los dramas hay que resolverlos, no lamentarlos continuamente como algo inevitable, casi como una incidencia climatológica, o contentándonos con pensar que siempre ha habido y habrá dramas humanos.

            Los dramas humanos se suceden en estos días, de diferentes modos. Uno de ellos es el de las pateras con africanos desesperados. Pero también sabemos de las atrocidades de los yihadistas en Irak, del conflicto bélico en Gaza, de la guerra de Siria o de los enfrentamientos militares en Ucrania.

 Cabe la reacción de encogerse de hombros, de “mirar a otra parte”, o bien plantearse cada uno qué puede hacer. Sugiero la segunda opción, la de complicarnos todos la vida un poco más.

Ayudar a resolver estos problemas necesita medidas de gobierno internacionales- que hay que preconizar y defender-, porque África sigue siendo un continente olvidado… que nos preocupa cuando puede afectarnos a los europeos el virus Ébola. Ayudar es cooperar económicamente, a través de los múltiples cauces existentes, no dando de lo que nos sobra, sino privándonos de algo. Ayudar es informarse bien de lo que sucede en cada uno de esos dramas mundiales, para dar con las soluciones entre todos, y reflexionar sobre estas cuestiones. 

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato