Matrimonio para todos

"Matrimonio para todos", así se conoce el proyecto de ley que en Francia pretende legalizar el matrimonio homosexual, una de las promesas electorales de Hollande, el actual presidente francés. Como muchos lemas o estereotipos, alberga una dosis de carga emotiva y cierta falsedad. El derecho al matrimonio es, en efecto, universal, pero si se trata de un vínculo entre hombre y mujer. Es como si se defendiera "hijos para todos", que en principio suena bien, pero el sentido común reclama una serie de condiciones para no desvirtuar vínculos o actos que reclaman responsabilidad, porque el hijo no es un derecho a cualquier precio.

En las últimas semanas, los partidarios franceses del matrimonio gay se han manifestado por las calles: en el primer intento, 80.000 personas según la policía y 150.000 según los organizadores. Luego hubo una manifestación defendiendo el matrimonio como unión de un hombre y una mujer: acudieron 340.000 personas según la policía y 1.000.000 según los organizadores. Ante semejante vapuleo, los partidarios del matrimonio gay volvieron a manifestarse: 125.000 personas según la policía y 400.000 según los organizadores. Si se desea concluir democráticamente, algo tiene que hacer pensar que la mayoría pida respetar el matrimonio como lo que es, sin desacreditar esa postura con calificativos fáciles y de falta de respeto. Las calles francesas se han expresado con rotundidad, pese a lo cual parece imparable el rodillo gubernativo: curioso gobierno democrático.

Dos personas del mismo sexo pueden convivir, pueden nombrarse mutuamente herederos, pero de ahí a pretender que su unión se equipare al matrimonio hay un abismo, en el que han caído algunos países como España. No es un derecho, sino una desfiguración del derecho al matrimonio. Defender el matrimonio es defender su identidad, no es sinónimo de postura conservadora ni, mucho menos, irrespetuosa contra los que desearían un matrimonio gay. A quienes piensan que el matrimonio tiene una identidad se les tacha de muchas maneras, desde enemigos de la libertad a enemigos de la razón, del progreso y de los derechos, o sencillamente se dice que es un debate religioso, cuando en realidad es un debate intelectual.

¿No prima en este debate la demagogia sobre la razón? No se esgrimen datos sobre la experiencia de la legalización del matrimonio gay en otros países, ni argumentos serenos, o muy pocos. Pero el páramo intelectual, de falta de argumentos, por parte de quienes valoran de capital importancia que el matrimonio sea entre hombre y mujer, es todavía mayor, no sé si por pereza, por complejos o por temor a algún activo defensor de los matrimonios homosexuales, ya sea una persona, una empresa, un banco o un medio de comunicación.

Pienso que la mayoría silenciosa –y no silenciosa, basta ver las cifras de manifestantes en Francia- quiere que el matrimonio mantenga su identidad, pero parece existir una postura de "trincheras" en vez de diálogo racional sereno: tal vez se evita el diálogo porque ciertos sectores tienen pavor a la razón para justificar el matrimonio homosexual y no reconocer los rasgos históricos de una institución tan básica como es el matrimonio. Algunos incluso aceptan que el matrimonio gay es una petición minoritaria, pero apelan al "respeto a las minorías" de toda democracia para seguir con su pretensión.

La razón y la libertad tienen una cita en Francia, en España, y en muchos países y ámbitos. Desde luego, la calle para el que la trabaje, lo mismo que la legislación, el mundo de las ideas y la opinión pública. Siempre, con respeto.

 
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