Patinazo de Gallardón

Es brillante, ágil, con una experiencia política incuestionable: concejal del Ayuntamiento de Madrid a los 24 años, luego presidente de la Comunidad de Madrid, alcalde de Madrid, y ahora en el Gobierno de Rajoy. Es ambicioso y competitivo, y ambas son cualidades que, bien aplicadas y dosificadas en la política, pueden ser muy aprovechables y útiles para él y para las tareas que en cada momento lleve entre manos. Han tenido buena aceptación, en general, sus primeras medidas al frente del Ministerio.

Como nadie es perfecto, semejante trayectoria brillante tiene su talón de Aquiles, y es su afán de notoriedad. Peligrosa curva la del protagonismo, que incluso lleva a mentes brillantes a apagar razones y ensombrecer discursos y voluntades. Ese afán de protagonismo lo sentimos todos: el reto es controlarlo, sin disfrazarlo ni presentarlo incluso como madurez.

Gallardón ha patinado, y no poco, al decir que el matrimonio homosexual es constitucional, en su opinión personalísima. Su patinazo ha servido para que los defensores de esa figura pidan al PP que, por coherencia, retire el recurso de inconstitucionalidad que en su día presentó. Por el contrario, desde el Gobierno han respondido que, si no pensaran que es inconstitucional, no lo habrían recurrido.

Gallardón es ministro de Justicia. Su opinión, desde hace años, es favorable a los matrimonios homosexuales. Rajoy lo sabe bien, y le elige para esa cartera, aunque tal vez Gallardón deseaba otro ministerio con más... protagonismo. En cualquier caso, Gallardón debería asumir que, en cuestiones importantes de gobierno, se debe apoyar por parte de todos los ministros, y no ir por libre, por coherencia con sus votantes y con su partido.

Seguro que alguno argumentará que remar con coherencia atenta contra la personalidad y el criterio propio. No es cierto: la personalidad y el criterio maduro se manifiestan, en todo tipo de gobierno, en exponer la propia opinión ante el "jefe" o el "equipo", pero luego adoptar dos caminos si la propia opinión no es aceptada: secundar lo decidido por todos reservándose la opinión personal, o dimitir. Pero no ser el Pepito Grillo del Gobierno, ni ir por libre, ni explayarse ante los micrófonos.

Gallardón tiene presente y mucho futuro. Si aprende y controla su protagonismo, y hace un ejercicio de lo que supone coherencia en un partido, mayor será su futuro. Mientras tanto, en el PSOE exprimen la incontinencia verbal de Gallardón, y el país se bloquea en un debate que no es una prioridad, y que está a la espera de un recurso. ¿Tan costoso es esperar la resolución judicial de un recurso de su propio partido? Los problemas actuales de España requieren que no nos despistemos, y a un ministro de Justicia le podemos exigir que no se despiste. Su personalidad saldrá reforzada, no anquilosada.

 
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