Terrazas veraniegas

En las zonas del interior y en la montaña, crece el número de visitantes, o al menos eso parece por los comentarios de amigos y vecinos.

España se para, salvo en el turismo, que está alcanzando cifras de ensueño, pese a las protestas de la CUP y de algunos otros que piensan poco en los demás. Si algunos hablan de saturación en Barcelona  y Palma de Mallorca, en muchas provincias y ciudades se esmeran en que aumente el número de turistas: desde luego, en provincias como Soria o Teruel, con tantas posibilidades turísticas por dinamizar, se esfuerzan por potenciar el turismo, pues indudablemente caben muchos más turistas. Particularizar conduce es lo opuesto a generalizar.

En todo caso, aflora el modo de ser de cada uno, sus preferencias o las de su familia, porque no pocas veces la familia marca la agenda y planes, y es una buena noticia ante el creciente individualismo que se detecta en nuestra sociedad. Me conmueve, por ejemplo, el caso de quienes sacrifica  las vacaciones por cuidar a algún familiar

Desde hace unos años bastantes profesionales ya no saben lo que es un mes de vacaciones: una semana o dos, porque la vida manda. El grueso de las vacaciones suele ser hasta el 20 de agosto, festejando en multitud de ciudades y pueblos la fiesta de la Virgen y San Roque. Y no hay que olvidar a los que no tienen vacaciones, por diversos motivos.  Agosto ofrece muchas estampas variadas, reflejo de nuestra sociedad.

Las terrazas veraniegas son un espejo social. Muchos extranjeros trabajan en bares y restaurantes, y surge la pregunta de dónde están los jóvenes españoles “ni-nis”, que ni trabajan ni estudian. Son trabajos exigentes los relacionados con el turismo y los servicios en agosto, pero da la impresión de que muchos jóvenes españoles los descartan, y es un comentario relativamente frecuente en las terrazas,  heladerías, cafeterías, bares y restaurantes. ¿La causa? A veces, puede ser que sus padres les mantengan sin grandes agobios, o que estimen que son trabajos poco adecuados para sus hijos, lo cual me parece un error  considerable.

Me hablan de una familia venezolana que, huyendo de la dictadura de Maduro, se ha instalado en una ciudad española hace unos meses, y han encontrado trabajos con relativa rapidez. Algo falla en nuestra sociedad, en medio de un duro paro.

Una escena repetida en las terrazas: el excesivo protagonismo del teléfono móvil. Puede haber tres o cuatro amigos, o miembros de una familia,  tomando unas cervezas o unos helados, y apenas conversan, porque no paran de enviar y mirar mensajes o  internet. Dejar a un lado el móvil también descansa y facilita el descanso de los demás, pero los adictos parecen seguir aumentando.

Las conversaciones en las terrazas veraniegas son un buen botón de muestra. La política importa poco o nada, a excepción de la convocatoria del referéndum en Cataluña el próximo 1-O. Acaparan más atención los partidos de fútbol de estos días entre el Real Madrid y el Barcelona.

Hay personas que necesitan poco para descansar, y otros que parecen envidiar los viajes de otros, o casi alardean de dónde han ido ellos, o sus hijos. Viajar lejos no está al alcance de todos, y a veces viajar cerca descansa más, o simplemente es lo asequible a los bolsillos. Pensar en el descanso propio y el de los demás lleva, en mi opinión, a ser comedido en esas conversaciones.

 
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