Abascal pierde los papeles

Santiago Abascal, presidente de Vox.
Santiago Abascal, presidente de Vox.

Santiago Abascal calificó este martes a Albert Rivera como “enfermo”, “mentira con patas”, y “no sirves ni para difamar”, en respuesta a declaraciones de Rivera en Antena 3.

Repasando las declaraciones de Rivera - sin mencionar expresamente a Vox, a todas luces se refiere al partido que lidera Abascal -, que pide no dar protagonismo a partidos que “proponen que haya pistolas en cada casa, o que pueda haber tiroteos en los colegios o que los gays sean considerados enfermos”, pienso que Abascal ha perdido los papeles.

Abascal ha pasado al insulto personal, se ha descontrolado, y no es buena noticia ni para él, ni para Vox ni para España, por varios motivos.

No es bueno para España que, próximos ya a las elecciones generales, Abascal pierda la serenidad, y confunda la confrontación de ideas con las descalificaciones personales y el insulto. Emponzoñar la vida política, desvirtuar la confrontación de ideas o programas para pasar de la arena política a la dimensión personal, nos perjudica a todos, porque predispone a más excesos, de Abascal o de otros líderes. Y eso que todavía no ha empezado la campaña electoral, aunque más bien estamos ya de hecho inmersos.

Un líder ha de tener temple, medir proporcionadamente sus reacciones, no caer en respuestas impulsivas en redes sociales, torear las provocaciones hasta con humor si es posible. Todavía ha de tener más responsabilidad cuando, como es el caso de Vox, se prevé que obtenga un buen número de escaños, y su apoyo puede decidir el próximo Gobierno del país, precisamente con Ciudadanos y PP.

Tampoco es buena noticia para Vox. Muchos están etiquetándolo – yo creo que con ligereza e intenciones descalificadoras, para restarle votos – de extrema derecha, ultraderecha o términos similares. Y sus miembros o simpatizantes están sufriendo, hasta físicamente, el acoso de quienes se creen poseedores de la democracia presentándose con la etiqueta de anti-Vox. Es una realidad, pero ni Abascal ni su partido han de caer en la trampa, utilizando los recursos legales y dialécticos, no cayendo a su vez en la violencia verbal. Es lo que pretenden los que atacan a Vox o intentan arrinconarles: que Abascal y Vox se asocien a incapacidad de diálogo, que dé miedo votarles por la vehemencia de ciertas reacciones.

Y no es tampoco buena noticia para Abascal, ahora que es un líder decisivo en Andalucía, que puede serlo a partir del 28-A en España, y en lo sucesivo en comunidades autónomas y municipios. Está cayendo en la trampa de otros partidos, y especialmente ha de estar al tanto de las trampas o provocaciones que le pueden tender PP y Ciudadanos, por evidentes intereses electorales.

Hasta hace unos días, han abundado los comentarios sobre lo inteligente que estaba siendo Abascal estando callado, porque la campaña se la hacían los demás partidos. Ha empezado a hablar y probablemente eso le puede perjudicar. Conjugar los criterios de que el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras, y que el que calla otorga, no es fácil, pero también aplicable a un líder político emergente.

Que se acuerde de Pablo Iglesias y sus pérdidas de papeles, sus descontroles, que tanto tienen que ver con su caída personal y de Podemos: botón de muestra es la entrevista en La Sexta el pasado domingo, hablando de las cloacas que siguen existiendo en España, para luego decir que no puede aportar pruebas o afirmarlo. Lleva tiempo ya Iglesias siendo el líder peor valorado, por algo será.

 

La contundencia o la vehemencia de Abascal pueden alejar a los muchos indecisos que, según todas las encuestas y lo que se percibe en la calle, no saben por qué partido decantarse o si van a votar.

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