Extraños compañeros de cama

José Luis Ábalos, en la moción de censura.
José Luis Ábalos, en la moción de censura.

La expresión de que la política hace extraños compañeros de cama es de origen británico. La utilizó Manuel Fraga para explicar su alianza con López Rodó, con quien tuvo notables diferencias.

Son días de lluvia de ofrecimientos y ocurrencias para llegar a pactos de gobierno, tras las elecciones del 26-M. A la hora de pactar, algunos ponen énfasis en la coherencia, y otros en la flexibilidad necesaria para llegar a acuerdos, eligiendo alianzas lo más lógicas posibles, no necesariamente las ideales. Eso genera estos días un debate continuo, y muchas opciones están abiertas, como así lo hemos querido los españoles con nuestro voto.

Algo hay en nuestros genes hispánicos que nos lleva a colorear la vida con el blanco o el negro, no se nos da muy bien el gris o la mezcla de colores. También por nuestra historia y cultura tendemos a reduccionismos, a veces muy simplistas, de manera que en política queremos encasillar todo con la etiqueta de izquierda o derecha, cuando en realidad la vida política es un caleidoscopio.

El panorama político actual en España nos lleva a un ejercicio polifacético, sin apenas mayorías absolutas, como resultado de nuestros votos el 28-A y el 26-M. Para quien gobierna, lo más cómodo es la mayoría absoluta, pero mira por dónde no es lo que las urnas han arrojado. En gobiernos autonómicos y en municipios.

Resulta hasta irrisorio escuchar o leer ciertos comentarios sobre las elecciones, bien por interés partidista, bien por titulares facilones. Lejos de mí pretender que mis opiniones sean compartidas en su totalidad o en su mayoría, pero pienso que es objetivo que el PSOE ha ganado, el PP respira en su batacazo,  Ciudadanos sigue creciendo, Podemos se desinfla, Compromís se consolida y Vox ha irrumpido con fuerza. Afirmar – como se ha afirmado – que Vox es uno de los grandes perdedores me parece más que discutible, siendo un partido casi recién nacido y pieza básica – o posible -  en tripartitos.

Puesto que hemos decidido que haya un ajedrez político variopinto, toca ahora entenderse entre los partidos votados para lograr gobernar, que esa es la finalidad de unas elecciones.

El PSOE está más acostumbrado a pactar, pero ahora está nervioso porque, habiendo ganado en diez de las doces comunidades autónomas, entre ellas Aragón, no tiene asegurado gobernar.

Por su parte, Ciudadanos ya ha dicho que estudiará caso a caso, y que puede pactar con el PSOE o con PP y Vox, atendiendo a las circunstancias y trayectoria de cada territorio o municipio, aunque dicen que “lo normal será pactar con el PP”.

PSOE y Ciudadanos llevan ventaja en la asimilación de una política de pactos, y ahora toca al PP desplegar esa habilidad de encontrar puntos de unión para gobernar sin descaifenarse.

 

María-José Catalá  (PP) ha ofrecido un pacto a socialistas y Ciudadanos para que no gobierne Compromís en el ayuntamiento de Valencia, y el socialista Ángel Gabilondo intenta algo similar en la Comunidad de Madrid: iniciativas que chirrían a algunos,  pero que yo valoro como una época nueva, donde de verdad la política sea un arte de lo posible, que no equivalga a traición a los votantes ni a la identidad básica de un partido.  Sé que esto rompe cinturas y moldes.

Lo ideal puede ser distinto para unos y para otros: hay firmes partidarios de que no haya mayorías absolutas, para evitar gobiernos-rodillo, y firmes partidarios de lo contrario. Sin embargo, la realidad es la que es.

La diversidad y el pluralismo son algo beneficioso, también para gobernar, mientras de verdad se gobierne con sensatez y sin sectarismo: esto es posible, pero no sencillo, tanto si hay mayoría absoluta como si hay pactos.  Toca negociar, pactar, o quedarse aislado sin gobernar.

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